El papa Francisco selló ayer una de las reuniones más importantes de sus ocho años de pontificado: se encontró en la ciudad de Nayaf, durante su viaje a Irak, con el ayatolá Sayid Ali Al Sistani, la máxima autoridad de los chiítas, la otra rama del islam junto a la suní.

En el encuentro, se abogó por el diálogo entre las religiones para el bien común en el mundo. Un encuentro del que sólo se han distribuido algunas decenas de segundos de imágenes de video y un par de fotos de ambos líderes sentados en la sala donde el ayatolá, de 90 años, recibe a sus huéspedes en su modesta casa de Nayaf, en el sur de Irak.

Fue el primer acto de la segunda jornada del viaje del Papa, de 84 años, que este viernes llegó a Irak para una visita de tres días y se convirtió en el primer pontífice en pisar este país.

En un momento en el que está subiendo la tensión en el ya convulso Irak, escenario en los años pasados del terror yihadista, el gesto del respetado Al Sistani recibiendo al Papa es un

importante mensaje que invita a una convivencia pacífica. El papa subrayó "la importancia de la colaboración y amistad entre las comunidades religiosas para que se pueda contribuir al bien de Irak", según un comunicado de la oficina de prensa del Vaticano.

El líder religioso de los chiítas, que suponen el 60% de la población iraquí, fue una de las voces más importantes contra la invasión del grupo terrorista Estado Islámico en 2014.

La oficina de Al Sistani explicó que el ayatolá habló de "la persecución religiosa". El Papa encontró un aliado en la defensa de los cristianos, diezmados en los últimos años, pues el ayatolá expresó "su interés en que los cristianos vivan como los iraquíes, en paz y seguridad y con todos sus derechos".

Al Sistani es el líder espiritual de los musulmanes chiítas iraquíes y uno de los clérigos más importantes del mundo para esa rama minoritaria del islam.

Al ayatolá Sayid Ali Al Sistani se le atribuye un rol valioso en los esfuerzos por pacificar a Irak tras la invasión estadounidense de 2003 y se lo conoce por apoyar la separación entre religión y Estado, una cuestión aún hoy muy en debate entre los musulmanes.

El ayatolá, propuesto como candidato al Premio Nobel de la Paz, no aparecía en público desde hacía largo tiempo. El 90% de los musulmanes del mundo pertenecen a la rama sunita, mientras que el restante 10% son chiitas, la mayoría de los cuales vive en Irak e Irán, donde son predominantes. Al ayatolá Al Sistani hizo hincapié en el rol que ha desempeñado la autoridad religiosa en "proteger a todos aquellos que han sufrido daños de terroristas que tomaron amplias áreas iraquíes, donde cometieron actos criminales", se apunta en el comunicado.

Efe

Cumpliendo el sueño de Juan Pablo II


Francisco también cumplió ayer el sueño Juan Pablo II viajando a Ur de los Caldeos, en el sur de Irak, donde la tradición indica que nació el profeta Abraham y donde se reunió con los representantes de las diferentes religiones del país.

Ante el área arqueológica en la que afirman fue la casa de Abraham en la llanura de Ur, Francisco afirmó que los creyentes "no pueden callar cuando el terrorismo abusa de la religión".

"Hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión", clamó Francisco rodeado de los representantes de las religiones que forman este mosaico de civilizaciones que es Irak, sunitas, chiítas, zoroastrianos y yazidíes, aunque no de los judíos. El papa recordó la persecución étnica y religiosa que sufrieron muchas comunidades por parte del Estado Islámico.

Y en particular, como ya hizo en su discurso ante las autoridades, recordó a la comunidad yazidí, "que ha llorado la muerte de muchos hombres y ha visto a miles de mujeres, jóvenes y

niños raptados, vendidos como esclavos y sometidos a violencias físicas y a conversiones forzadas".

Pidió rezar por "todos los que han padecido semejantes sufrimientos y por los que todavía se encuentran desaparecidos y secuestrados, para que pronto regresen a sus hogares". Así como para que en todas partes "se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa; que son derechos fundamentales, porque hacen al hombre libre de contemplar el cielo para el que ha sido creado". El obispo auxiliar de Bagdad, Basilio Yaldo, explicó que este encuentro en Ur era algo "histórico".