­El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, en un momento en que su popularidad alcanza mínimos históricos, intentó ayer levantar su imagen de jefe de Estado en una entrevista televisiva donde se comprometió a adelantar la aplicación de reformas en beneficio de los ciudadanos.

"Ser presidente no es un trabajo fácil", admitió ante los 9 franceses que durante 2 horas y media, le preguntaron sobre el desempleo, la educación o las vacaciones de fin de año de dos de sus ministros, centro de la polémica que rodea al Ejecutivo desde principios de mes.

Sin permitir que monopolizara el debate el viaje a Túnez de la ministra de Exteriores, Michèle Alliot-Marie, ni el del primer ministro, François Fillon, a Egipto, Sarkozy zanjó el escándalo afirmando que aunque "habría sido mejor evitarlos", en ninguno de los dos casos "se cometió alguna falta".