La huelga general de ayer en Portugal y la rebaja de calificación anunciada por la agencia Fitch, la segunda que pone al país al nivel de bono basura, dieron el peor día en sus cinco meses de Gobierno al Ejecutivo conservador luso.

Miles de manifestantes en las calles de las principales ciudades portuguesas, con detenciones y dos heridos en el caso de Lisboa, y el aumento de los ya elevadísimos intereses de la deuda soberana, marcaron una de las jornadas más agitadas por la crisis económica que sufre Portugal.

Aviones y trenes no salieron en una acción masiva contra la pérdida de empleo, la suba de impuestos y los recortes de salarios acordados entre Portugal y la troika de prestamistas formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.