Las autoridades australianas comenzaron a sacrificar esta semana hasta unos 10.000 camellos salvajes, cuya población se ha desbordado y que, en sus ansias por aplacar la sed, están poniendo en peligro a las comunidades del desierto durante una de las peores sequías que vive el país. En este marco, equipos de francotiradores profesionales disparan desde helicópteros contra los camellos salvajes, en una operación que está previsto que se prolongue durante al menos cinco días. Unos 10.000 camellos en estado salvaje acuden a las fuentes de agua de las que disponen las poblaciones aborígenes de la zona, por lo que dañan sus infraestructuras y ponen en peligro a las familias y comunidades, además de competir con el ganado. Muchos de estos camellos mueren de sed o al aglomerarse y pelear entre ellos por el acceso al agua y, en algunos casos, los cadáveres de los animales contaminaron importantes fuentes de agua.