Terminó siendo de esos partidos en que el fútbol demuestra el encanto de sus misterios. Porque la impaciencia de los hinchas se empezó a notar en serio casi a los 30 minutos del complemento, cuando Desamparados caía 1-2. Los lamentos de los más que flojos 25 minutos de juego en el arranque del partido pasaban la peor factura cuando los cantitos del "que se vayan todos" que había nacido en la cabecera norte se extendió a la platea este, como vaticinio de que estaba sentenciada la temporada del equipo.
Llegó el empate, tras la viveza de Lamberti para ejecutar el tiro libre y la ayuda de la defensa rival, el gol que no fue en el mano a mano de Cristian Pérez con el arquero de Unión, que se golpeaba el pecho eufórico por haber evitado la caída y luego el gol, en la jugada siguiente, tras la mala salida del mismo cuidapalos que derivó en el enorme zurdazo de Garrido que se clavó casi en el ángulo para estampar el 3-2 que significó toda en la explosión de alegría en el Serpentario. Todo eso, en apenas 6 minutos.
Daniel Garay, el DT, reconoció que Desamparados ganó el partido "con el corazón, aunque en el aspecto del juego no fue de lo mejor". Para el entrenador el equipo jugó "muy confiado en los primeros 25 minutos y el primer gol recibido significó problemas de concentración, pero logramos la reacción suficiente.
La revancha se disputará en Mar del Plata el próximo domingo a partir de las 19.30 y Desamparados logrará la clasificación a la siguiente fase con lograr un empate, ya que si Unión gana, pasará por haber quedado mejor ubicado en el Nonagonal. Garay señaló que la forma en la que se ganó el partido de ayer es una inyección anímica extra y que la apuesta será jugar el partido de vuelta "lo más lejos posible de nuestro propio arco". Al momento de las declaraciones, la gente ya había dejado el estadio. Los lamentos mayores, no haber marcado otro gol de diferencia. Las sonrisas, imborrables.
