Antes aún que Klose convirtiera el gol que devolvió a casa la ilusión argentina de ser campeones, la campaña política provincial ya había empezado formalmente.

Se había cortado la cinta de lo que será el gran clásico de los próximos dos años. Que, como los mundiales, tienen un tiempo de preparación bien de largo plazo, se inicia con los codazos entre los jugadores para acomodarse entre los convocados y en tiempos de definiciones se vive con asombroso ánimo apasionado.

No fue un capricho desde afuera el hecho de haber impuesto como fecha fundacional de los tironeos vernáculos al primer día posterior a la finalización del mundial. Fue una especie de pacto tácito, aceptado por las partes un poco para ganar horas del día sin otra preocupación que seguir los pasos de Messi, y un poco para establecer un punto fijo, una línea de largada desde donde partir.

Lo dijeron al aire los propios involucrados: después del mundial, después del mundial. Y le puso el broche el propio jefe de tropas -Kirchner- cuando citó a intendentes de todo el país para su virtual lanzamiento como candidato… después del mundial.

Habrá que convenir que para los argentinos el mundial dura lo que dura el seleccionado. A partir de allí, la cita futbolera se convierte en cosa de fanáticos, pierde esa capacidad de distracción tan bien aprovechada por los políticos de todo el planeta, siempre dispuestos a capitalizar el encendido de la redonda para canalizar sus tropelías.

Malos tiempos entonces para lanzar campañas que no interesarán a nadie, fanatizados todos por el corazón del Negro Tevez. Era el mundial, en consecuencia, una vara razonable para no ser rebasada. Pero en San Juan no se cumplió.

El aviso televisivo durante los partidos de César Gioja, uno de los candidatos a la sucesión de su hermano José Luis, puede ser entendido como el inicio formal de la campaña en la provincia. No porque hablara explícitamente de su postulación, algo que está prohibido por la actual legislación electoral, que de igual modo se respeta bastante poco, sino por su contundente insinuación.

El aviso habló de saludar al deporte, abstracto y de pocos -o nulos- antecedentes en algún funcionario o legislador que pretendiera dejar estampada la afinidad con el fútbol.

Nada casual, entonces, en medio de una usina de versiones sobre los significados de la decisión. Que no tiene un simbolismo precisamente escaso: es el primer paso concreto de algún candidato del oficialismo en este ajedrez político de la sucesión. Y antes de que termine el mundial, la fecha convenida.

La primera lectura es el desmarque del senador de la pretensión de mínima del gobernador: tirar la pulseada por su sucesión lo más lejos posible. Que lo dijo y lo repitió mil veces: a él ni siquiera el día de la finalización del mundial le sirvió como fecha para la presentación de credenciales.

Siempre habló del año que viene, para su propio futuro y para el de los que vienen atrás. Este comienzo tempranero atenta claramente contra aquella búsqueda y abre evidentes interrogantes: se trató el gesto del senador de una provocación hacia la orden bajada desde su propio hermano, o contó con su aval? Con un condimento extra: difícil que lo haya tomado por sorpresa, si es que apareció en el canal dirigido por el hijo del gobernador.

Queda claro en este clásico por quedarse con el manejo de la provincia ante el hecho inexorable de que al gobernador Gioja se le acaban los plazos constitucionales, que el factor tiempo jugará un papel decisivo. Los que lo adelantan, piensan en obtener una ventaja indescontable al momento de la decisión, que será cuando el propio José Luis Gioja señale con su índice a su propio candidato y lo investirá de esa forma en el candidato a vencer. Otros pretenden demorarlo, al tiempo, con la esperanza de no gastar pólvora en chimangos y aplicar la fuerzas al momento que consideren indicado.

Sobre este paño, el senador considera que aparece en desventaja respecto de sus dos competidores por los mismos honores: los intendentes de Capital y de Pocito, Marcelo Lima y Sergio Uñac. Que en ningún momento han proclamado a voz en pecho sus intenciones, sino que prefieren ir por detrás de las directrices de quien decide.

El asunto es que César aparece en desventaja ante ellos en un punto, por el hecho de no manejar ninguna administración que le permita saltar a la consideración sin hacer alarde de candidaturas pero marcando presencia. Eso es lo que permite la gestión: que cualquier obra, cualquier reacción, pueda ser entendida por el elector como una probeta, un test a atravesar por quien aspira a crecer y dispone de cosas que mostrar.

No es el Senado precisamente una vidriera para esas acciones. Sí lo es para la cocción a fuego lento que ha ubicado a la Cámara Alta como ámbito de resonancia de la política nacional, pero no para el testeo en funciones de gobierno.

Como en los hechos funciona si Marcelo Lima incorpora un sistema de recolección de residuos nuevo, o si Sergio Uñac atrae alguna industria a su departamento. Allí el elector podrá encontrar argumentos consistentes para evaluar a un aspirante. Y esa diferencia de funciones es la que el senador se propone descontar.

Por contraparte, este temprano despertar de la campaña encabezado por César genera también entre los otros aspirantes la sensación de estar perdiendo terreno. ¿Dónde? No lo será en la instalación, porque siempre que hay un intendente al que le vaya bien, habrá detrás un hipotético candidato. Pero sí en la recolección de tropa dentro y fuera del partido, donde un amplio sector encuentra en estos gestos del senador una autorización para tirarse a la pileta conferida por su hermano gobernador. No importa si lo es, lo que importa es que parece.

También en la temperatura ambiente, donde los gestos que amplifican las deducciones de un candidato lanzado y otros dos sin decir palabra tienen una lectura lineal de parte de la platea. Son gestos para nada inocentes, que se reflejan en encuestas que en cataratas registran a los que se manifiestan por sobre los que callan.

Si es que al final serán esas mediciones el termómetro para decidir que utilizará Gioja, no sería de extrañar entonces que tanto Lima como Uñac sientan una autorización implícita en el hecho de que el gobernador no haya frenado los impulsos de su hermano. Si se produce, será la generalización en la superficie de una pulseada de tonos cada más altisonantes y que hoy por hoy opera por lo bajo. Y que puede repercutir en lo más doloroso para el jefe: problemas para la gestión.

Ambos intendentes hacen planes para salir más temprano que tarde a confrontar contra esa instalación que entienden les saca ventajas. Con gestos menos ampulosos, pero que marquen presencia. Con la idea de no desautorizar el pedido de paz lanzado por el gobernador, pero sin perder contacto con la punta ni terreno en la captura de dirigentes. Tienen a mano el argumento del virtual lanzamiento del senador sin que haya atronado el escarmiento: si a ellos les llega, será porque no es su turno.

De cualquier manera, habrá una pulseada de tiempistas ante un jurado calificado para esas artes: es José Luis Gioja antes que todo un dirigente de sobresaliente manejo de los tiempos, esos que permiten saltar de un lado a otro sin dejar demasiada huella en la gelatinosa política nacional. Tendrá buen ojo, entonces.