La incesante actividad sísmica que inquieta al mundo después de la devastación en Haití y Chile, volvió a ser noticia ayer por un terremoto de 6 grados en la escala de Richter que sorprendió a varios pueblos pobres del extremo Oeste de Turquía mientras dormían dejando un saldo de 51 muertos y más de 70 heridos.

La debilidad de las construcciones fue la clave de la tragedia que, según el Instituto Sismológico de Estambul, ocurrió pasadas las 4.32 hora local y el epicentro se registró cerca del centro del pueblo de Basyurt, en la provincia de Elazig.

"Hubo un montón de miedo y pánico entre la gente. Duró alrededor de un minuto. Lo sentimos muy fuerte y todo el mundo intentó salir a la calle", contó Nursel Sengezer, corresponsal de la agencia Dogan en Elazig.

"Los operativos de recate en las provincias afectadas terminaron por la tarde. No queda nadie bajo los escombros", anunció Muammer Erol, gobernador de la provincia de Elazig.

Los sismógrafos detectaron unas 40 réplicas y los expertos indicaron que podrían producirse aún algunas más. Las escuelas en las provincias de Elzaig y Tunceli han permanecido cerradas.

El dispositivo de emergencia incluyó el envío de helicópteros y la Media Luna Roja habilitó 20 casas prefabricadas, 230 tiendas de campaña y dos cocinas de campaña para atender a quienes han perdido sus viviendas y se preparaban para enfrentar al raso una fría noche.

El alto número de víctimas ha sido atribuido por expertos y por las autoridades a los ladrillo de adobe que son frecuentemente utilizados en esta región del Este de Turquía.

El propio primer ministro Recep Tayip Erdogan, declaró desde Ankara que no fue el terremoto en sí, sino el tipo de edificaciones, el que ha acabado con la vida de esas 51 personas.

"Desgraciadamente, las casas hechas de ladrillos de adobe son parte de la arquitectura de la región. Hemos dado las órdenes a las autoridades provinciales para que cambien las estructuras arquitectónicas de la región", declaró el jefe de Gobierno, que también advirtió a la población que no entre en sus viviendas.

Al respecto, el profesor Miktad Kadioglu, especialista en gestión de desastres naturales, explicó a una televisión local que los tejados de las casas de adobe cocido al Sol son muy frágiles después de absorber el agua y la nieve del invierno.

Las advertencias del primer ministro son, de hecho, una constante en Turquía desde el terremoto que en 1999 devastó la región del Mármara, afectó a Estambul y causó 18.000 víctimas mortales.

Un reciente informe del Colegio de Ingenieros Civiles alertó de que un fuerte temblor en las cercanías de la metrópolis eurasiática podría provocar el derrumbe de miles de edificios y unas 150.000 muertes y alertaba de que muchas edificaciones certificadas como a prueba de terremotos no resistirían un sismo de gran intensidad.

"No puedo imaginar cuántas víctimas habría habido si hubiéramos tenido aquí un terremoto como el de Chile. No se ha hecho mucho para fortalecer los edificios en Estambul desde 1999", declaró a una televisión nacional un vecino de la ciudad.

Aparte del terremoto que ha sacudido Elazig, otros sismos de 3,7 y 3,8 grados se dejaron sentir en distintas zonas de Turquía, alimentando el temor sobre la llegada del temido "gran" terremoto en Estambul. La zona oriental de Anatolia, con unos 2.000 terremotos al año, es una de las zonas con más actividad sísmica de Turquía. El peor terremoto de la historia del país se produjo en 1939 en la provincia oriental de Erzican y causó 33.000 víctimas mortales.