Para Diego Armando Maradona buscar a Martín Palermo y al Flaco Schiavi como salvadores en la última media hora de juego frente a Paraguay es renegar de todo lo dicho -y hecho- desde que asumió como técnico del seleccionado argentino de fútbol. Eso pinta el momento de desconcierto en el que está sumido. Eso demuestra que sus convicciones están bloqueadas. Es que Palermo y Schiavi son dos jugadores veteranos. Dos que juegan en el fútbol argentino. Lejos de los euros y de las cámaras y flashes del Viejo Mundo donde, dicen, está lo mejor del planeta. Nada que ver con la base que Maradona ingenió para este camino rumbo a Sudáfrica 2010. Con los pitufos que hasta ahora no le dieron resultado. Justo ante Paraguay, el equipo que históricamente se caracterizó por tener los mejores cabeceadores de Sudamérica, Maradona mandó a salvar la derrota a los dos jugadores que tienen como fuerte su cabezazo. La pregunta, ahora, es ¿qué hará para lo que queda? Para las dos fechas finales de estas Eliminatorias, en las que la Argentina tendrá la necesidad imperiosa de ganar, porque sino se quedará afuera del Mundial del año que viene. Irse o renunciar, seguro que no. Simplemente porque no está en sus códigos. Que lo despidan, tampoco porque para Grondona sería dar un paso atrás en sus decisiones. Entonces, lo que le queda es seguir. Y en esa continuidad tiene dos caminos. Jugarse por aquel esquema que él mismo soñó desde un principio con Messi, Aguero, Tevez y compañía o cambiar de cuajo el dibujo para lastimar a sus próximos rivales, algo que incluiría a goleadores como Palermo, por ejemplo. Lo que sí es innegable es que Maradona debe analizar todas las líneas. En una defensa que ni el arquero es número puesto. En el mediocampo deberá buscar que los que estén se complementen o no sean islas. Y arriba tendrá que ingeniárselas para que vuelva el gol. Ni más ni menos. Si Maradona no se define, los argentinos estamos en problemas. Su falta de identidad es sinónimo de impotencia.
