El vapor que salía de los vasos de mate cocido hirviendo invadió el lugar. Emilio Contreras no dudó en tomar un sorbo para calentar el cuerpo, mientras que su esposa formaba la fila para recibir una sopaipilla de la mano de los soldados del RIM 22. Esto sucedió pocos minutos después de que el matrimonio calingastino, que estaba apostado en el patio del hospital Rawson, escuchara la música de la Terminal de Omnibus y se cruzaron para ver qué pasaba. Fue cuando se dieron cuenta de que había una fiesta. Es que ayer, los empleados que trabajan en la Terminal que está en la ciudad, celebraron el Bicentenario con un desayuno bien patrio. Para la gente que pasó por el lugar, esto fue más que una bendición porque el mate cocido sirvió para paliar el frío de la mañana.

Bien temprano, en el sector Norte de la Terminal se ubicó la banda de música del RIM 22. Pero los soldados no desembarcaron sólo con instrumentos. También llevaron mate cocido y sopaipillas que ellos mismos prepararon. Mientas que los empleados del lugar aportaron varias docenas de churros calientes. Para muchos, la fiesta fue una sorpresa. En pocos minutos, los viajeros y turistas se mezclaron con chicos vestidos de gauchos y paisanas que esperaron su turno para bailar una zamba.

La fiesta de ayer, que duró hasta pasado el mediodía, fue una buena excusa para estar bajo techo y degustar un desayuno bien criollo. Así, durante varias horas, la Terminal estuvo más llena de gente que de costumbre. Para los que estaban esperando el colectivo, el tiempo se fue más rápido y los que llegaron al lugar, se encontraron con la sorpresa.

Un hombre subido en unos enormes zancos repartió escarapelas y una tarjetita celeste y blanca a los que ingresaban. Su sombrero y su vestuario diseñado con colores patrios fueron la atracción de los más chicos.

Hasta hubo un grupo de alumnos de la escuela San Martín, ubicada frente a la Terminal, participando de la celebración. La mayoría fue con pancartas alegóricas a la festividad. La movida formó parte de un proyecto escolar, es por eso que fueron acompañados por un grupo de docentes. En la fiesta no faltaron los poemas escritos por algunos poetas que trabajan en la Terminal y las emocionadas palabras de Olinda Tapia, una mujer que pasó la mayor parte de su vida en ese lugar y que se jubiló hace poco más de un año.