Definitivamente, fue una noche de genuina liturgia rockera y de revisión histórica. Así se enmarcó el recital que ofreció Miguel Mateos junto a Zas el viernes en Hugo para celebrar los 25 años de Rockas Vivas. No en vano más de mil personas articularon generación, colonizaron el reducto con euforia celestial y profesaron notable admiración por el combo. Fieles treintones y cuarentones -incluso teens- que enloquecieron desde que Miguel subió al escenario (a las 23.50), mancomunó pasado con su formación original y culminó con la tempestiva Obsesión (1990) y Tira para arriba (1984) -verdaderos hitos entusiastas-. Frenesí que distrajo el visible cuadro gripal del cantante -su fiebre transpiró y obligó Decadron-, exorcizó un saturado sonido de bass -por momentos su voz se desvaneció en el más allá- y entretuvo a sus olvidos -su memoria lo traicionó con algunas letras-.

Pero su inoportuno estado de salud no impidió -para nada- exhibir su temple de showman. Vestido de riguroso negro, pelito largo -el de siempre- y unos cuantos kilitos de más, animó a una platea que -además de corear canciones como Va por vos, para vos (Zas, 1982) y Sólo una noche más (1985)-, desnudó su alma y no mezquinó gratitud. Tampoco patriotismo. El playlist ochentoso permitió a los presentes recordar el asomo democrático post dictadura y acariciarlo con gozosa libertad -aquel benemérito espejo que reflejó Zas con la placa Huevos (1983)-.

Dentro del revival duplicado, el protagonismo de Zas no fue menor. Por el contrario, la combinación pasado-presente de bandas aportó más endiosamiento a la velada y lució una productiva ejecución de instrumentos (con destaque del guitarrista Chino Sanz, el tecladista Julio Lala, el batero Ale Mateos -hermano de Miguel- y el saxofonista Oscar Kreimer). La agrupación no giró curvas peligrosas y emanó potabilidad, la misma impronta del merchandising previo. Es que a la entrada del local bailable se regalaron postales alegóricas y se vendieron remeras de Miguel a 35 pesos. ¿Qué decían? "En Argentina todavía hacen falta huevos" o "Miguel Mateos de toda América. Fidelidad al capo del rock latino". Inscripciones que fueron devoradas inmediatamente por sus fanáticos y que se desprendieron de otros. Sucede que el stand de idolatría -antesala motivadora de todo artista- es una idea-móvil de Laura, José y Liliana, un trío de porteños que adora a Miguel y lo acompañan a cada uno de sus recitales. "Pero no somos oficiales, simplemente lo admiramos y tratamos de compartir el sentimiento", dijo Laura.

Pasaron 25 años del lanzamiento del Rockas Vivas pero nada desvirtuó su génesis. Al menos, Mateos demostró que su herencia sigue siendo vital.