El 10 de marzo del año 2002 River le ganaba a Boca en la Bombonera y la noticia más importante parecía ser que se cortaba una larga racha sin triunfos millonarios en ese reducto. Pero no. El misionero Rojas tenía otros planes. Con la cancha mojada por la lluvia y cuando el barro empezaba a hacer estragos y a los 43 minutos del segundo tiempo, hubo un jugador de River que corrió como si el partido empezara. Ese era Ricardo Rojas.

El misionero Rojas, un crack

Recorrió casi todo el campo y después de una serie de toques con el Burrito Ortega y Andrés D’Alesandro, la pelota le quedó a él. Entrando al área se disfrazó del mejor definidor, como si fuera lo suyo. La picó por encima de la humanidad de Roberto Abbondanzieri y nadie se inmutó. El grito de los hinchas de River que llenaron la doble bandeja cuando en ese entonces podían ir los visitantes, se mezcló con el grito de un Guerrero Guaraní que con su silencio se hizo notar más que ninguno. Rojas había hecho un verdadero golazo para sellar una goleada que quedará en la historia de los superclásicos.