"La obsesión de ganar la Copa es algo que me mantiene con mucha hambre. Si la gano me retiro, después no me queda nada más por lo que luchar”. Hace tiempo que la carrera de Carlos Tevez se estira al compás de la Libertadores. Desde el 2016 que le sucede. Desde el 2016 que la busca así, con desesperación y devoción, para irse por la “puerta grande”. De hecho, cuando Boca quedó eliminado en esa edición, ante Independiente del Valle, planteó por primera vez su idea de colgar los botines, frustrado porque la Séptima parecía servida. Y cuando el Xeneize no la disputó, en el 2017, fue cuando se tomó su año sabático chino, falto de esa motivación, entre otras cosas. Por eso, este cachetazo (y la forma) pone otra vez su futuro en el escenario principal. ¿Qué hará el Apache luego de la final menos deseada del domingo? ¿Qué hará otra vez sin definición copera, sin Maracaná, sin 30 de enero? Por lo pronto, a 24 horas del impacto de otra eliminación, no hay buenas señales.

Su silencio. Que no haya dicho ni una palabra como capitán en el post 0-3 fue el primer reflejo. Carlitos, que siempre fue de dar la cara para los hinchas, esta vez eligió no hablar, no desahogarse, no contar. Ni siquiera lo hizo en Instagram, una plataforma en la que había estado muy activo en el último tiempo, donde incluso había despejado algunas dudas ocasionales sobre su futuro. Las razones de esta decisión fueron puntuales: 1) estaba muy caliente con la derrota, pero más con la actitud del equipo, por lo cual, no iba a poder contener esa crítica, que ya había expresado con gestos a sus compañeros. 2) le iban a preguntar sobre su futuro.

Los gestos. Como líder del equipo, Tevez se fue muy decepcionado. Y en la cancha, se mostró enérgico contra sus compañeros como pocas veces. Incluso, al límite de los famosos códigos que suelen manejar en un escenario de derrota. Los insultos a Salvio, tras su falla en el segundo gol, exponen todavía más a Toto a la crítica del hincha, más allá de que conceptualmente no hay dudas del error: de su displicente salida, se gestó el 2-0 que liquidó a Boca.

De todos modos, ya en el 1-0, el 10 también había cargado contra su defensa. “¿Qué pasa?”, les preguntó. En definitiva, se sacó de una forma en la que actúan quienes tienen todo por perder en una noche que puede ser la última. Fue, a su vez, una frustración no haber podido hacer reaccionar a sus compañeros, motivarlos, conducirlos a una final. Y aunque él haya zafado del aplazo, no deja de ser el capitán del equipo que sufrió una derrota indigna para la historia del club.

La relación con el Consejo de Román. Si bien las aguas se calmaron tras el fuego cruzado con Bermúdez y Cascini en esa conflictiva renovación que casi lo saca del club antes de tiempo, el vínculo de Tevez con Riquelme y sus hombres es nulo. Ya no existen los mensajes que se daban entre los ídolos en la previa a la Superliga y es evidente que algo se quebró en esa negociación. Por lo cual, eso genera cierta incomodidad en general y en particular, sobre todo por lo que implica el rol del capitán. Tener que remar esa situación otro largo año también es una cuestión que pasa por la cabeza del Apache. Sobre todo porque hasta ahora los resultados habían contribuido a la paz.

Su presente. Acaso el lado más positivo, también puede tener su costado negativo. Tevez demostró haber estado a la altura de las expectativas desde febrero del 2020 para acá y hasta incluso por encima de ellas. Superó, a los 36, una pandemia que retiró a otros jugadores de su edad (Gata Fernández, Mascherano y Gago), pero siempre de la mano de un mismo leitmotiv: la Libertadores. “Para Carlitos, la Copa era ésta, es lo único que te puedo decir”, contó alguien de su entorno. Hasta ver a River fuera del camino había alimentado su ilusión, más allá de las ganas de una revancha mano a mano. Por lo tanto, si jugó como jugó, sin rindió como rindió, si fue protagonista como no lo había sido en 2018 y 2019, si hizo goles clave como el del Inter en Porto Alegre, y todo eso no alcanzó, volver a poner la cabeza en cero, arrancar otra vez, ya con casi 37 años (los cumple el 5 de febrero) es una cuestión de peso en esta historia. Ahí todo dependerá de sus ganas de revancha, ahora sí en la última Libertadores de su vida.

La salud de su padre. Hace tiempo que Carlitos viene diciendo que la delicada salud de Segundo, quien sigue internado, es otro punto que lo afecta de sobremanera y que lo obliga a sacar fuerzas de otro lugar para llevarla mejor. “Es muy duro. A veces estoy bien, pero en otros en el entretiempo hay veces que me largo a llorar”, contó. Por eso, si Boca no implica ese deshago y sí pasa a ser otra mochila, también el futuro se le hará cuesta arriba.

El contrato. Carlitos tiene vínculo hasta junio de este año, renovable por seis meses más hasta diciembre. Pero a su vez, tiene una cláusula para rescindir ahora mismo, en el final de la temporada. Es decir, después de la final con Banfield. Es decir, legalmente, estaría en condiciones de ponerle punto final a su vida en azul y oro y a su carrera, si así lo decidiera. “No sé qué puede pasar. Sí que el partido del domingo es importante. Dos golpazos así serían demasiado”, contó alguien que lo conoce bien.

El domingo. La final menos deseada de las dos puede ser, de todos modos, una despedida con título para Tevez. Porque tendrá ahora la chance de ganar su estrella número 11 con el Xeneize y de decir adiós como campeón de una Copa con un nombre muy especial para él: el de su amigo Diego Maradona. Acaso su último homenaje. Una derrota, en cambio, podría agigantar todos los fantasmas que juegan en esta historia.

Hoy, con pocas horas para digerir la cuarta Copa que se le fue desde que volvió, las debilidades del Apache están a la vista...

Fuente: Olé