Pocas cosas más típicas del pueblo sanjuanino que celebrar los triunfos futboleros en Plaza 25 de Mayo. Y el 22 de junio de 1986 no fue la excepción. En una tarde fría y nublada, la multitud exultante se acercó con banderas y camisetas a festejar la espectacular victoria de la Selección Argentina ante Inglaterra, con dos goles épicos de Diego Armando Maradona. Caminando o en autos, recorriendo las calles aledañas a puro bocinazo.  

Sin embargo, no fue un epicentro único. Las calles de los diferentes barrios de la provincia se llenaron de gente que no paraba de gritar, saltar y cantar. Se abrazaban, compartían una alegría única, especial. Hablaban del mejor jugador de la historia. Porque lo era y nadie dudaba de eso. El Diez la rompió, la descosió, la dejó chiquita. Esa tarde, la gente lloraba con la radio pegada a la oreja. La voz de José María Muñoz en el dial de LV5 hacía erizar la piel. Era un triunfo soñado: 2 a 1 y pase a semis.  

"¿Lo hizo con la mano?", se preguntaban. La respuesta no importaba. Es que el rival era Inglaterra y la guerra de Malvinas seguía doliendo, la herida reciente estaba abierta, y era imposible no mezclar. Por eso, el segundo gol sirvió para que dar la estocada final. Y cómo. Diego tomó la pelota en mitad de cancha y a fuerza de gambetas llegó hasta Peter Shilton, que también quedó pagando. Golazo. El más espectacular que un Mundial recuerde hasta la fecha. 

La fiesta popular se extendió por más de dos horas. Nadie quiso quedarse afuera. Hasta Monseñor Ítalo Severino Di Stéfano se acercó a la redacción de DIARIO DE CUYO para conversar con los periodistas deportivos sobre lo que acababa de suceder. El Obispo salió a calle Mendoza y agitando los brazos acompañó el paso de la caravana. 

"Esta mañana en la misa, le dije a los feligreses que le pediríamos a la Virgen que en el partido pateara un poquito para nuestro lado", contó sonriente aquella tarde. 

Esa tarde mágica, todos regresaron a sus casas soñando con lo que vendría. Imaginando, deseando ver nuevamente a Argentina Campeón del Mundo. Palpitando festejos, mirando al cielo, haciendo promesas. Felices por lo que acababa de suceder y expectantes por lo que podría llegar.