Las polémicas y las suspicacias se devoraron una pelea épica. Después de doce rounds apasionantes e intensos, Gennady Golovkin y Saúl Canelo Álvarez empataron en el denominado combate del año, en el T-Mobile Arena de Las Vegas. La decisión de los jurados (118-110 para Álvarez, 115-113 para Golovkin y 114-114) fue abucheada por los 20.000 espectadores -mayoría de mexicanos- que colmaron las tribunas y rápidamente despertó la desconfianza de los que minimizan el acto deportivo en un negocio con una posible revancha.

La pelea llenó todas las expectativas boxísticas previas. Tanto Golovkin y Álvarez regaron el ring del T-Mobile con un esfuerzo consciente y cumplieron con el objetivo de sobreponer el espíritu deportivo por sobre cualquier interés económico. Uno y otro excedieron el techo de lo exigible, se brindaron por el espectáculo en busca la gloria. Sin embargo, el fallo insípido - ajeno a la actuación de los boxeadores- se transformó en un castigo al boxeo y en un premio para el negocio, ya que el empate es el único resultado que contempla un segundo combate.

Se anunció como la verdadera pelea del año. Y lo fue. Fiel a la historia de la categoría mediano, la más técnica y espectacular en el panorama pugilístico. Triple G y Canelo estuvieron a la altura de lo que ofrecieron Marvin Hagler ante Thomas Hearns, en 1985, o Mano de Piedra Duran contra Iran Barkley, en 1989.

Lejos de ser presa fácil de la poderosa pegada de Gennady Golovkin (38-0-1, 33KO), el mexicano Saúl Álvarez (49-1-2, 34KO) no rehuyó al intercambio de golpes y se mostró esporádicamente como una amenaza para el boxeador kazajo, quien fue hacia adelante a lo largo de los 12 rounds, tirando golpes a diestra y siniestra en busca del nocaut que por momentos se asomó en ambos lados. Según las estadísticas, Golovkin soltó más golpes de poder, 342 contra 272 del Canelo, y de esos acertó en un 32 por ciento (110) contra el 42 por ciento de Álvarez (114).

Más allá de las complicaciones que padeció en los primeros rounds por el torrente de argumentos que expuso Canelo, Golovkin supo convertirse en dominador de una pelea árida, difícil. Desde el 4° round el Triple G comenzó a ganar confianza con el jab de izquierda y logró nivelar las acciones ante el sorpresivo quedo del retador. Así y todo, el boxeador Tapatío pudo recuperarse y conectar con peligro al kazajo, quien en el 9° round llegó a estar sentido.

Las últimas vueltas, con ambos púgiles extenuados, dejaron ver a un Golovkin que siempre buscó ir para adelante, decidido a rematar el combate. Álvarez, retrocediendo pero siempre presente, hizo valer su estrategia contragolpeadora aún en el final. El público en el estadio terminó de pie, aplaudiendo y gritando. En las tarjetas, Adalaide Byrd vio ganador a 118-110 al Canelo, Dave Moretti puntuó 115-113 a favor de Golovkin y Don Trella vio empate 114-114... Así, el kazajo retuvo sus tres cinturones mundiales de la categoría mediano, versión CMB, AMB y FIB.

La decisión tiene su controversia no sólo porque la gran mayoría vio ganar a GGG, sino por lo disparejo de cada una de las tarjetas de los tres jueces en el combate de anoche. Sin embargo Gennady Golovkin y Canelo Álvarez fueron algo más que el aporte estoico de uno y la maestría de otro o la fiereza de ambos. Fueron una armoniosa dosis de esos componentes hasta completar una verdadera batalla boxística. Aunque el fallo insípido y las suspicacias se devoraron la épica.