"Juego Limpio" o "Fair Play". Es lo mismo. Como a usted le guste decirlo. Ni siquiera hace falta explicarlo. Es el que juega a jugar. El que no hace trampas. El que no se escuda en alguna artimañana para poder sacar ventaja. El que es más leal. En lo físico o en lo psíquico. Y este "Juego Limpio" empezó a hacerse carne en el deporte desde hace ya varios años. Empezó a ganar espacio. Inclusive en el propio fútbol, donde pedir eso era prácticamente una utopía. Era un imposible. Porque en el fútbol los intereses generalmente van por sobre cualquier cosa. Inclusive por lo meramente deportivo. Está claro que es así porque intervienen los poderes. En caso especial, el económico.


Pero el tema específico en esto del "Juego Limpio" es la clasificación de Japón a octavos de final del Mundial de Rusia. El equipo nipón pasó de ronda por tener menos tarjetas amarillas que Senegal (4 contra 6 de los africanos). Hasta ahí fantástico. Diríamos que hasta merecido porque si vos has sido menos violento o más leal respetando las reglas es lógico que tengas ventaja. Ahora, lo que hizo Japón para clasificar por esa regla también es inédito. Caradura. Sin vergüenza. Japón jugó los últimos 10 minutos del partido que perdía ante Polonia a no atacar. Lo hizo para no perder la pelota y que no le hicieran otro gol y además para no entrar en contacto con el rival y no recibir más tarjetas. Es cierto que se jugó la vida porque si en el otro partido del grupo Senegal anotaba un gol, quedaba eliminado. Pero, ¿hacía falta ser tan evidente el antifútbol? Un desastre. Japón entra por el "Juego Limpio" con una actuación más "sucia" que nadie.


No hay caso, "hecha la ley, hecha la trampa...".