El sello dramático de esta pandemia parece tornarse un poco más piadoso después de casi setenta días sometiendo la voluntad inocente de un mundo totalmente desconcertado. No hay dudas que la confinación obligada por el Covid 19 nos transformó a todos en prisioneros de una causa natural que puso en jaque el equilibrio emocional que da la libertad, acaso el patrimonio también natural, y legítimo en derechos y obligaciones compartidas.

Y la vida continúa. La tendencia es volver a lo de antes. Pero nada será igual. Habrá un punto de inflexión. Un cambio de actitud endógena. Detrás del comportamiento social, propio de la situación que se enmarca en el plano de la salud y la educación, las consecuencias económicas golpeadas por el descalabro productivo con tan aguda desocupación, pondrán a prueba a la sociedad toda. La contención de los jóvenes preocupa, porque el deporte sufrirá como nunca un ajuste global.

La situación del rugby internacional es pura incertidumbre. No sabe, no contesta frente a las precauciones que exige el "distanciamiento social" y la evolución en números de la pandemia. El juego sagrado de tackles es de contacto y no cabe otra regla alternativa. Hoy, nadie sabe a ciencia cierta cuándo ni cómo se encaminará la competencia. Nueva Zelanda imagina jugar con sus socios Australia, Japón e islas. Argentina pone en "pausa" a Los Jaguares , se conecta con Sudáfrica y Estados Unidos, y marca en "delete" la Liga Sudamericana. Por su parte Europa, unida a la realidad sanitaria de sus países, no da pistas, mientras los clubes más poderosos comienzan diseñar contratos con jugadores y entrenadores "free" de todas las Ligas del mundo. El rugby profesional se ajusta con sponsors, clubes y televisión en una ecuación que sólo el tiempo ayudará a resolver. Todo un dilema con un nudo difícil de desatar. ¿Será momento entonces de encontrar objetividad en planes y programas de la competencia ajustándolos a la realidad que se viene?

La contención de los jóvenes preocupa, porque el deporte sufrirá un ajuste global.

Posiblemente mucho cambiará en el rugby argentino. Surgirán propuestas para generar una competencia que satisfaga y reemplace las necesidades del rugby más competitivo nacional. De clubes, de seleccionados provinciales, de regiones y demás.

Un panorama que de incierto va pasando a una normalidad diferente a la que estábamos acostumbrados, quienes ganan espacio son los clubes. El foco debe estar en el club amateur. Entidad auténtica argentina que se repite en todos los deportes, formando personas y ciudadanos de bien. Modelo de institución en el mundo y que ahora sufrirá los embates de la depresión económica que produce la pandemia. La familia del club necesita que sus instituciones madres, generen el blindaje de riesgos y recursos evitando toda posible deserción deportiva. Reformular mecanismos adecuados que protejan y garanticen los intereses participativos de competencia provinciales y regionales. Integración de organizaciones. Optimización de recursos que reactiven el espíritu y valores del juego con el óptimo resultado costo-beneficio. Para entonces, en una proyección bien aceitada , los clubes ya no serán el problema... sino la mejor solución al mundo que se viene.