Por fin. De rodillas apenas el uruguayo Esteban Estojich pitó el final, con lágrimas de alegría, pero mucho más de desahogo. Así, el rosarino Lionel Messi celebró la consagración en la Copa América con la Selección argentina. El mejor jugador del mundo, en andas mientras sus compañeros al grito de guerra cantaban "que de la mano de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar...". Así, Leo Messi cumplió su misión. Y lo hizo justo un 10 de julio. Como el "10" que lleva tatuado en su espalda. Como la exigencia que llevaba cargada a sus espaldas. Porque no se le podía dar. Porque ya llevaba a cuestas la presión de medio país que le exigía que por el hecho de ser el mejor jugador del mundo, tenía -casi por obligación- que darle un título a su Selección. No brilló como esas crueles exigencias del mundo futbolístico se lo exigen. Pero él cumplió. Porque fue quien guió a esta Selección a ir en contra de todos los pronósticos para cumplir con lo que era hasta anoche, una misión imposible. Porque pasaron varios campeonatos y finales para que Messi pudiera festejar. Porque a diferencia del Mundial y de las copas América pasadas, todos los anti-Messi esta vez estaban de su lado. Y cumplió. Se le recriminaba porqué no cantaba el Himno y él, este año lo cantó. Messi ayer se sacó una espina. En el Maracaná, el mismo lugar donde 7 años él mismo se repudió una derrota en la final, Lio fue el "Messias" de todo un país que al menos por un momento, olvidó la pandemia.