Fue un flash de emociones en una tarde que dormitaba en el estadio Kempes. Atrás habían quedado los primeros 45 minutos atravesados por la impotencia y la monotonía. Pablo Pérez ingresó para manejar los tiempos del juego. Y mientras se acomodaba, Talleres sorprendió convirtiendo desde una jugada que nació desde un lateral y con Retegui en posición dudosa. Pero el impacto no noqueó a Newell's. Al contrario. Sacudió el amor propio. Y así resurgió. Lema volvió para ayudar y ayudó. Fue al área y le cometieron penal. Scocco se reencontró con su viejo amor. 1 a 1. Y ahí nomás Julián Fernández en otro córner se elevó para cabecear y anotar otro golazo. 2 a 1. Lo que era aburrido se transformó en intenso. Emotivo. Pero no resuelto. Porque Giani se hizo expulsar de manera irresponsable. Y los locales no perdonaron. Valoyes empató. 2 a 2. El encuentro tenía la moneda al aire. Pero sólo se trataba de resistir para sumar. Y la Lepra sumó. Que no es poco. Conclusión de un partido que arrancó soporífero y terminó vibrante.

Porque Newell’s que lo tenía para ganar, terminó resistiendo los embates de Talleres. Un tiro libre de Soñora en el travesaño. Una atajada magnífica de Aguerre. Y cuando Newell’s pugnaba por no sucumbir. Llegó una imperdonable infracción del debutante Giani, quien con toda lógica terminó expulsado. Y dejando a su equipo con diez y a merced del local. Más allá del reclamo de Kudelka, lo del ex Quilmes es reprochable desde todo punto de vista.

Con diez hombres Newell’s tenía un puñado de minutos por delante en los que tenía que abroquelarse y buscar alguna incursión para sorprender. Y en el mientras tanto, consumir minutos. Cuidando una victoria que cotizaba en oro. Pero Valoyes derrumbó la ilusión de una victoria.

Lo rescatable es que Newell’s hizo un segundo tiempo diferente a lo que venía mostrando. Y es ahí donde abreva la quimera de que puede encontrar esa recuperación desde este punto de apoyo. Porque el primer tiempo fue una réplica de lo que hizo en las dos primeras fechas.

Newell’s allí mostró los problemas de siempre. El raquitismo en la generación futbolística otra vez configuraba un equipo largo, inconexo, con volantes empujados hacia la última línea y con los delanteros a varias hectáreas de distancia. El 4-4-2 inicial no resolvía la indispensable articulación de las líneas, de lograr asociarse en espacios más cortos, de avanzar y retroceder en bloque. Marcioni y Alexis sólo ensayaron ese ida y vuelta por los laterales en los primeros cinco minutos, pero Julián Fernández terminaba errante cuando Talleres se comprimía.

Los cordobeses tampoco conseguían una conectividad, pero sí mostraban que pugnaban en función a una partitura aprendida. Por eso cuando Schott metió ese zapatazo que sacó Aguerre al promediar los 20 minutos el partido encontró a la primera aproximación al gol.

Después la nada. Hasta que Maxi Rodríguez entendió que si se quedaba arriba con Nacho Scocco iba a tener una tarde sin jugar. Y por eso retrocedió unos metros. Para poder tener contacto con el balón. Lo consiguió. Porque el primer tiempo empezaba a diluirse en la intrascendencia cuando la Fiera metió un centro que tras las intervenciones de Scocco y Alexis Rodríguez derivó en Orihuela, quien entrando por detrás remató y estrelló la pelota en el palo. Sí. Un remate franco al arco en 45 minutos. Suficiente para explicar cómo funcionó Newell’s hasta ahí.

Pero hubo un complemento. En el que Newell’s mostró otra faceta. Y logró un punto. Que puede ser el de partida. Todo depende de los rojinegros.

Fuente: La Capital