"Ya no somos una Ferrari, somos un Falcon", dijo el año pasado Ramón Díaz para aclarar que no había equipo a candidato por el título del Apertura de AFA. "Y nosotros, un Rastrojero", afirmó después Juan Sebastián Verón, como para sacarse de encima el rótulo de "favorito" a pesar que Estudiantes y Vélez arrancaban el campeonato como los amplios preferidos para pelear por el campeonato. Esos pronósticos se cumplieron y fue finalmente el Pincha el que dio la vuelta.

Este año, Gareca, DT de Vélez, dijo que Boca es el favorito. Y Riquelme retrucó que era Vélez, no como devolución de gentilezas, sino con las ganas de no ponerse presión desde el principio.

A los equipos no les gusta partir como favoritos. La gran mayoría de los protagonistas elude el tema como puede, por una sencilla razón. Si después no se consigue el objetivo máximo, la palabra fracaso repercute menos. Pero no es algo que puedan controlar.

Además, de poco les sirve a los poderosos partir con la chapa de candidatos. Si bien en el último torneo se dio "la lógica", en el Clausura del año pasado, era "obligación" para los 5 grandes del fútbol argentino que no jugaban la Copa Libertadores, pelear por el título según la consideración popular. Y salvo Independiente, el resto se despidió demasiado temprano. El campeón, Argentinos, no figuraba en los planes de nadie. Y algo similar ocurrió en el torneo anterior. Nadie puso una ficha en el paño por Banfield o Newell\'s, quienes definieron el campeonato. O en el Clausura 2009, donde el Boca de Riquelme o el River de Ortega prometían mucho, y la definición fue el mano a mano entre dos relegados en el momento del arranque: el Vélez de Gareca y el Huracán de Cappa.

Ahora, la gente de Gimnasia se ilusiona con la vuelta del Mellizo Guillermo, pero el propio delantero afirma que la única prioridad es zafar del descenso. El mismo discurso que el técnico de River, J.J. López. No importa el plantel, refuerzos, si atiende otro torneo, la Copa Liberatdores en este caso, o el promedio del descenso. "Hacer un buen papel" es frase suficiente para no parecer de aspiraciones chatas, pero que el candidato sea otro, es el denominador común.