No hay consuelo. Y no es para menos. Cuando una persona llena de vida se va de este mundo, las explicaciones sobran y el dolor es una herida abierta, sangrante. Y si la muerte es de alguien joven que “se come” la vida, que le pone garra y una sonrisa para que ningún traspié sea lo suficientemente duro como para detenerse, peor todavía.

La partida de este mundo del queridísimo Nico Naranjo tiene un puñado de esos ingredientes. El ídolo de su patria chica, La Bebida, se fue a mostrar sus pergaminos a Mendoza y volvió en un cajón. El lugar donde tantas veces alentó a su amado Sportivo Rivadavia hoy se inundó de lágrimas.  Su féretro se paseó por el ingreso y se posó por varias horas en el amarillento césped.

Una a una, las personas que tanto lo amaban y otras que tal vez nunca vio en la cara, desfilaron frente al cajón. El desconsuelo de su gente es el desconsuelo de quien no encuentra explicación a tamaña partida. Su mamá, esa que tantas veces lo vio cruzar la meta con sus brazos en alto, esta vez fue un ser frágil quebrado por la ida para siempre del Nico. “Despertate, hijo”, gritó cuando vio llegar el cortejo al club. El ruego desesperado, como esas tantas veces donde le pidió a su hijo un esfuerzo más para traspasar la meta y acabar en el podio, esta vez no tendrá una respuesta.

“Cosecharás tu siembra” y el Nico la cosechó. La historia ciclística sanjuanina seguramente lo ubicará en su lugar, que no será uno menor; se fue alguien que dejó una huella en la pista, en la ruta, pero, la más importante, en el corazón de su pueblo. 

Las crónicas dirán que este soleado martes 14 de septiembre su gente lo puso bien alto, en ese podio celestial donde está seguramente otro pedalero que se ganó el cariño de los sanjuaninos como el inolvidable ‘Chino’ Saldaño y glorias de otro tiempo que regaron de alegrías a los nacidos en esta tierra donde el ciclismo es una religión, esa que se profesa en siestas calurosas donde el pavimento es una plancha caliente, pero donde arriba de las bicicletas hay guerreros.   
 

EL ÚLTIMO ADIÓS

Las lagrimas no pararon de asomarse por los ojos de todas las personas que fueron a despedir a Nicolás Naranjo, el pedalero que sufrió una caída mientras competía en Mendoza y falleció el domingo en la tarde. Cerca del mediodía de este martes, los restos del pedalero llegaron a la cancha del Club Sportivo Rivadavia y desde ese momento, la gente se sumó al último adiós del pedalero.

Sumidos en el dolor, sus familiares vivieron momentos desgarradores al ver entrar el féretro del ciclista sanjuanino que a sus 31 años perdió la vida, dejando una pequeña hija de 2 meses.

Ciclistas, amigos, conocidos, vecinos y fanáticos del pedalero realizaron una fila para poder entrar al club de La Bebida. Con aplausos y con una anécdota para recordar, sus seres queridos acompañaron al círculo íntimo del joven deportista.

Nadie puede creerlo y fue el comentario que se repitió en las horas que se velaron los restos de Narnajo. Ya en los minutos previos a la salida del féretro, los aplausos volvieron a sentirse y se palpitaba como el inicio de una competencia, como la Vuelta a La Bebida que tenía su línea de meta por avenida Ignacio de la Roza.

En el cortejo fúnebre se vio reflejado el amor y respeto del pueblo sanjuanino a Nico Naranjo que con su gran simpatía se lo ganó. Todos tomaron un lugar en el recorrido y se apostaron como si fuese una carrera de la temporada rutera para darle el "aliento" al "Cabe", como lo llamaban sus amigos y compañeros de equipo.

En la recta final, el detalle lo tuvieron los integrantes de la Agrupación Virgen de Fátima, quienes colocaron banderas de argentina y otras rojas y amarillas (característicos colores del equipo) para emular el recorrido de alguna etapa, cualquiera que Naranjo disfrutaría arriba de las dos ruedas.