El próximo domingo se disputará una edición más, la 55 de la Doble Difunta Correa. Esta competencia que hoy por hoy es la carrera de un día más linda que tiene el calendario sanjuanino, nació de casualidad.

En la temporada 1947, una creciente había inutilizado la ruta 12 y la Doble Calingasta debió suspenderse, por ello se programó la primera versión de esta carrera que recién obtuvo continuidad desde 1961 hasta la fecha.

Esa primera edición la ganó el pocitano Salvador Ortega. Cuyo nombre quedará en la historia como el del único ciclista que ganó las cuatro clásicas grandes del ciclismo sanjuanino. Aparte de la Difunta, la Doble Media Agua (4 veces), la Mendoza-San Juan y la Doble Calingasta.

Nacido el 25 de junio de 1923, Salvador, ganó su primera grande con sólo 17 años. Fue la Doble Media Agua. Sus condiciones de embalador explosivo, de sprinter potente lo pusieron rápidamente en el tapete en una época donde el ciclismo tenía más de aventura que de deporte. Las calles de tierra, las bicicletas que pesaban casi doce kilogramos y las escasas opciones de contar con el apoyo logístico que hoy tienen quienes devoran las rutas lo emparentaba con lo épico.

En 1947, cuando ganó la Difunta Correa, el ahora ilustre vecino de la Villa Aberastain, ya tenía en sus alforjas tres Media Agua (aquella del ‘40 y las del 46 y 47).

Con sus lúcidos 88 años, Don Salvador, como todos lo conocen en Pocito, rememora. “Para mi la Difunta fue más dura que la Calingasta. La ruta era de ripio y los camiones que la transitaban dejaban los borditos. ¿Sabe lo que era amigo ir pedaleando por allí?, teníamos que ir tomados muy firmes del manubrio porque íbamos a los saltitos”, contó.

El mate compartido con su esposa Enoe (llevan 62 años de casados) y su hija Mónica, en la cocina de su casa de calle Vidart al 948, permitió ir desgranando recuerdos de esa carrera. “Llegamos escapados con Hipolito Núñez, otro gran corredor y también gran amigo (también pocitano) con quien el otro día nos dimos un abrazo porque vino por la bicicletería. Me tocó ganar a mi, pero podría haber sido para cualquiera”, acota con humildad.

Sus claros ojos celestes adquieren brillo cuando enhebra con precisión cada recuerdo y lamenta que en la edición de la Difunta Correa 2010, ganada por Claudio Flores, que culminó en Pocito, a metros de su casa. No lo invitaron. “Supongo que los dirigentes no se dieron cuenta de ese detalle”, confió.

Hoy, Salvador sigue al ciclismo por radio y se alegra de que su Pocito natal siga siendo cantera de buenos ciclistas.”Me pone muy feliz que se apoye tanto a mi deporte”, culminó.