-¿Qué es mejor: trabajar con niños, con mujeres o con los varones de primera?

-Me encanta tener que trabajar con todos. Es tan distinto tener que hablar con jugadores como Pablo Garcés o David Páez, que tienen 36 años, a tener que hacerlo con los chicos de la Promo de Concepción, que apenas tienen 8. Con las chicas pasa lo mismo. Pero eso es lo que me gusta. Tener que ir cambiando. Te enriquecés vos mismo.

-¿Y cuál es la más difícil?

-El desafío con los más chiquitos es formarlos bien. Hacerles entender lo importante que es levantar la cabeza o jugar en equipo. En cambio, con los más grandes es inculcarles que no se equivoquen para que terminen siendo protagonistas o simplemente para ganar. Y a las chicas las entreno como los varones. La diferencia es la fuerza y la velocidad. Pero en inteligencia, dicen que las mujeres son más inteligentes que los hombres (risas).

-¿Cómo vivís el hockey?

-Sufro mucho las derrotas. Veo llorar a un jugador y me muero. He jugado muchísimas finales y he salido campeón un montón de veces, pero me acuerdo más de las que he perdido. No se me borra de la cabeza la imagen de los niños o de los jugadores grandes llorando. Por eso sólo trabajo para ganar.

-¿Eso fue lo que te pasó en Valenciano?

-Lo de Valenciano es algo espectacular. Le agradezco a todos los dirigentes y jugadores de ese club, igual que a los de Concepción. En Valenciano encontré un grupo de personas excelentes. Ellos hicieron su trabajo y no se metieron en nada. Yo hice el mío. Tengo un cuerpo técnico maravilloso. El profe Mercado (Carlos), el doctor Centeno (Jorge) y el utilero (el Gringo Martín Moral).

-Sos un profesional...

-Es simple, yo vivo del hockey.

-¿Cómo te da el tiempo para dirigir a tantas divisiones?

-Porque me organizo y porque me ayudan los profes Juan (Montaña) y Carlos (Mercado), en los dos clubes.

-¿Cómo es tu día?

-Me levanto bien temprano y me voy a trabajar a Vialidad Nacional. Manejo una camioneta y llevo al ingeniero Médici, a quien le agradezco toda su colaboración y porque me entiende cuando tengo la cabeza en otra cosa. Ahí estoy desde las siete y media hasta las tres de la tarde. A las seis entreno con los niños en Concepción y después con las mujeres. Más tarde, a eso de las once, me voy a Valenciano para entrenar con los varones mayores.

-¿Cuál es tu techo?

-Este año gané 14 títulos, entre varones y mujeres, y fue bárbaro. Además, quiero ganar otra vez el Mundial con las chicas.

-Si hoy vienen y te dicen "tenés que dirigir la Selección mayor de varones", ¿aceptás?

-Si las condiciones están dadas en todos los aspectos, sí. Me encantaría. Propondría trabajo, disciplina y humildad. Y lo que estoy seguro que haría, es llevar a los diez mejores. Y no siempre esos diez mejores están en Europa.

-¿Cómo sos?

-La verdad, no sé disfrutar mucho. Pero gozo cuando los jugadores o las chicas están felices por un título.

-No me dijiste cómo te autodefinís

-Soy serio, no tengo mucho humor. Soy de una manera adentro de la cancha y de otra afuera. Adentro soy técnico. Afuera, amigo de muchos. Tengo 40 años. No voy a cambiar.

-De tu vida, una buena y una mala...

-La buena, sentirme orgulloso del trabajo como entrenador. De ser reconocido. Y la mala, que por ahí, al estar trabajando todo el día, no tenés la posibilidad de formar una familia. Además de quitarle tiempo a mis seres queridos: a mis padres, a mis hermanos y a mis sobrinos. Pero son decisiones y no me arrepiento. Soy feliz con lo que hago.