Todos los micrófonos, las cámaras y los abrazos lo tuvieron como destinatario. Sus jóvenes 22 años no alcanzaban a dimensionar lo que había logrado. Franco López, el pibe que llegó de la mano de Gustavo Toledo al equipo de la Agrupación Virgen de Fátima, ganó la Doble Difunta Correa. "Todavía no puedo creerlo. Estoy muy feliz", repetía una y otra vez mientras cambiaba modelos de auriculares y escuchaba distintos relatos de su triunfo.

- ¿Cómo se dio la definición?

- Cuando vimos que la fuga se había hecho y que empezábamos a correr otra carrera, me comunicaron que ayudara pero que no me cargara el peso de la carrera. Que apostarían a mí para el embalaje.

- ¿Te tranquilizaba el hecho de ir con Luciano Montivero?

- Sí, seguro. Él tiene mucha experiencia y me transmitía confianza a medida que pasaban los kilómetros y nos acercábamos al final.

- ¿Esperabas la victoria?

- No, como le dije todavía no puedo creerlo. Ni la imaginaba. Esto es lo más lindo que me ha pasado en el ciclismo y tengo que agradecerle a todo mi equipo la confianza que depositó en mí.

- ¿Sos el ahijado deportivo del Gallo Toledo?

- Gustavo es como un hermano para mí. Él es muy generoso y me enseña todos los días algo nuevo. Lo escucho siempre. Esta mañana (por ayer) me dijo que tenía que tenerme confianza.

- ¿Cuánto hace que corrés en bicicleta?

- Tres años. Empecé a los 19.

- ¿Cómo está conformada tu familia?

- Mis padres, Jorge y Adriana, y mis siete hermanos.

- ¿Vos sos de los más chicos?

- No, soy el segundo, somos cuatro varones.

- ¿Algún otro de tus familiares es ciclista?

- Sí, tengo un hermano de 15 años que empezó a practicarlo.

- Ahora viene la Vuelta, ¿este triunfo modificará tu posición en el equipo?

- No, para nada. Yo sé que tengo que trabajar para nuestros líderes y que debo estar preparado para pelear cualquier etapa en la que esté arriba. Tengo en claro que lo más importante es el equipo y que yo tengo que dejar todo mi esfuerzo para que ganen mis compañeros.

- ¿Qué pasaba por tu cabeza al final?

- En lo único que pensaba era en que no tenía que fallar, por eso levanté el embalaje faltando unos doscientos metros y lo mantuve hasta la raya. Esa era mi misión y no podía fallarle a mis compañeros que pusieron todo para que yo llegara fuerte al final.