Dolorido terminó Belisario Albarracín (80) tras el ataque de los delincuentes. Ayer, con el trámite de la denuncia en la Seccional 4ta.

Eran las 21,30 del miércoles cuando los ladrones intentaron un primer golpe de astucia para hacer que su víctima les abriera la puerta. "Vecino, ahí le rompieron el vidrio del auto", dijo uno desde afuera. Pero la víctima en cuestión, el viñatero Belisario Albarracín (80) terminaba de bañarse y optó por cambiarse, porque algo le decía que estaba ante un engaño. Cuando terminó, decidió sacarse la duda, eso sí, cargó un cuchillo en uno de sus bolsillos para defenderse porque sospechaba que podían ser ladrones. Entonces tomó la precaución de abrir muy despacio; imaginaba que ya se habían ido pero esta última hipótesis le falló. Apenas entreabrió la puerta, dos sujetos se le abalanzaron y lo derribaron, sin darle tiempo siquiera a sacar el cuchillo. Algunas trompadas, una rodilla en el pecho y una mano sujetándole fuertemente el cuello fueron suficiente para aniquilar su resistencia. Esta fue la misión del delincuente de mayor porte, recordó ayer Albarracín, porque su cómplice se tomó el trabajo de revisar todo en la casa hasta que pudo hacerse de las cosas de mayor valor: unos 20.000 pesos, el teléfono celular y el cuchillo que pensaba usar para defenderse, fueron parte del botín de esos sujetos que desaparecieron en cuestión de instantes.

El 1 de septiembre pasado le robaron otros $70.000. Tras el segundo ataque, se mudará.


Todo pasó en el departamento que Albarracín alquila desde hace unos meses en el complejo "La Aldea" en la calle San José, en Desamparados, Capital. Y ayer el viñatero estaba convencido de que al menos uno de los delincuentes que lo atacaron ahora, es el mismo que le arrebató otro teléfono y un maletín con unos $70.000 que cargaba ocasionalmente el pasado 1 de septiembre, cuando llegaba al mismo departamento.

Esa vez había puesto el maletín en el piso, entre sus piernas, porque para abrir necesitaba meter la llave y tirar la puerta hacia afuera. Entonces fue que al intentar agacharse por su maletín, alguien lo había hecho primero que él y se lo sacaba como si nada. Y en eso que pensaba que era una broma, el ladrón le arrebató también el celular que tenía en una de sus manos y huyó.

"Me había mudado ahí porque pensaba que era más seguro pero ya van dos veces que me roban y por eso me voy, ahí no se puede vivir", dijo ayer el hombre, con una sonrisa: "no hay que amargarse, ya está, la vida sigue", dijo, mientras a la nueva mudanza le sumaba otro plan de urgencia: "tengo que ir al médico porque me ha quedado un dolor en las costillas y espero que no sea nada grave".