El fuego hizo estragos en la casa.


Un incendio muy dañino en una casa de Santa Lucía golpeó a una familia con 4 chicos que no pasa por un buen momento económico, pues el jefe de hogar está sin trabajo y su mujer, al igual que él, se la rebusca con algunas changas. Al parecer, las llamas se iniciaron por una garrafa que quedó perdiendo gas y ocasionaron pérdidas casi totales. Ocurrió cerca de las 11.20, en una vivienda ubicada al 1532 de la calle Joaquín González, en la Villa Muñoz. Dos casas al Este, el 25 de febrero último murió una nena con retraso mental, Astrid Galaz (5), también por fuego en su vivienda.


Esta vez no hubo que lamentar víctimas fatales ni heridos, pero sí un daño muy grande que dejó a la familia de Andrés Bernales (33) y Maira Olivera (31) sin techo y sin la mayoría de sus cosas. “Cambié la garrafa y parece que quedó perdiendo. Después puse la tetera y me fui a la pieza. Al ratito mi hija empezó a gritar que veía fuego”, dijo Olivera.


Por suerte la mujer actuó rápido y pudo sacar a sus hijos (11, 4, 3 y 2 años), quienes jugaban en el fondo mientras las llamas comenzaban a apoderarse de gran parte de la casa.
Los vecinos escucharon el pedido de ayuda y de inmediato socorrieron a la familia, además de llamar a los bomberos. A los minutos se hizo presente una dotación del Cuartel Central y otra de los Voluntarios de Santa Lucía, pero poco pudieron hacer, pues para cuando llegaron las llamas ya habían consumido todo lo que había en la cocina, en el comedor y en una de las dos habitaciones.

La cocina, donde se iniciaron las llamas. Maira Olivera, a la izquierda, ayer no paraba de llorar.

Se quemaron muebles, una heladera, juego de mesa, sillones, un televisor, la cocina, una computadora, camas, ropa, entre otras cosas. Además, parte del techo de palos y cañas se vino abajo, las paredes quedaron debilitadas y hasta el piso llaneado se destruyó, por lo que a los Bernales no les quedó otra que irse.


Ayer Olivera, que de vez en cuando ayuda a su suegra vendiendo pastelitos en el Parque, estaba destruida. Tuvo que soportar todo sola porque su marido estaba en Tucumán, a donde viajó para ganarse unos pesos con una changa. “No le quiero avisar porque va a agarrar el auto, se va a venir volando y le puede pasar algo”, largó con la cara empapada en lágrimas. Pero rescató: “Lo más importante es que mis hijos están bien”.