No hubo pruebas firmes, al juez se le creó una gran duda sobre la vinculación de los dos detenidos y ante la incertidumbre, por ley, siempre se debe fallar a favor de los imputados. Y eso es lo que hizo ayer el juez José Atenágoras Vega, cuando liberó por falta de pruebas al bonaerense Cristian Muñoz y a su primo ullunero Roberto Castillo. Ambos, pasaron casi un mes detenidos sospechados en un delito gravísimo: haber sido los presuntos ejecutores del crimen por supuesto encargo del ex boxeador Guillermo Romero (36 años, padre de tres hijos). Ahora, todo indica que ambos serán desligados definitivamente del caso, que así vuelve a quedar como al principio: con varios sospechosos pero ningún detenido.

Romero recibió un disparo que atravesó su tórax de izquierda a derecha en la puerta de su casa en el barrio Colón, Santa Lucía, el mediodía del pasado 6 de febrero. Dos semanas después, el 20 febrero, su cuerpo no resistió y dejó de existir.

Un día después del balazo, Muñoz y Castillo fueron detenidos en Ullum porque al menos uno de los cuatro testigos que presenciaron ese traicionero disparo a plena luz del día creyó encontrar un parecido entre el autor del balazo y Castillo, dijeron fuentes judiciales.

Pero al profundizar la investigación, las sospechas se diluyeron. Porque resultaba muy llamativo que Muñoz se viniera de su casa en Buenos Aires (donde trabaja en un supermercado) a participar de un homicidio. Porque ambos primos dieron pruebas sobradas de que el día del ataque estuvieron en Ullum haciendo otras cosas, principalmente reuniéndose en familia. Y sobre todo porque ninguno de los cuatro testigos clave que tiene el caso los reconoció en rueda de personas, en el Cuarto Juzgado de Instrucción.

El resultado negativo de esta última prueba realizada ayer fue lo que precipitó la decisión del juez (secretaría de Gladys Capdevilla) de ordenar la inmediata libertad de ambos jóvenes. Y ahora queda el dilema de saber quiénes fueron esos homicidas. Aquel día, uno llamó a Romero desde una moto con familiaridad para que saliera y, cuando estuvo en la vereda, otro salió de sorpresa de un costado y le dio un tiro.

Según la familia de la víctima, quien encargó el crimen es su vecino Martín Camargo, señalado también como quien quería tomar como pareja a la hija de 15 años de Romero, estuviera o no de acuerdo la chica y su familia. Por esa insistencia, entre otros motivos, Romero advirtió a Camargo que no molestara, pero el 14 de noviembre pasado recibió como respuesta un cachazo en la cabeza y dos disparos que por poco no lo alcanzaron cuando estaba en el piso.

Desde entonces siguieron las amenazas, las denuncias cruzadas y el crimen, con advertencia previa la noche anterior de que sería "boleta".

"Todo esto me da mucha rabia... No entiendo cómo no pueden encontrarlos", dijo ayer Nélida Castro, esposa de la víctima, impulsora como el resto de los vecinos de echar del barrio Colón a tres familias Camargo por los problemas que, dicen, siempre ocasionan.