Acusado. Maximiliano Orozco se defiende ante el juez Eduardo Raed. Afirmó que no fue a robar, sino a cometer daños.


Realizar tareas comunitarias durante tres meses en la Residencia para Adultos Mayores Eva Duarte de Perón (ex Hogar de Ancianos), dos horas por semana. Pagar los $200.000 que ofreció como reparación simbólica. Continuar con su terapia psicológica hasta que le den el alta. Esas fueron algunas de las condiciones que le impuso el juez de Flagrancia Eduardo Raed al conocido abogado penalista Maximiliano Gustavo Orozco (40), al otorgarle la probation (suspensión del juicio a prueba por un año) que pidió a través de sus defensores Leonardo Villalba y Rodrigo Aguirre, con acuerdo del fiscal Adrián Riveros, por aquel descontrolado ataque que lo tuvo como protagonista el pasado viernes, cuando se metió al estudio que compartía con otros letrados, rompió cuanto aparato se encontró y cargó varios de ellos, o sus partes, en su mochila. Entre los requisitos impuestos por el magistrado, se cuenta también la prohibición de consumir alcohol y drogas. Tampoco podrá acercarse ni tener ningún tipo de contacto con los damnificados, sus colegas Franco Montes y Daniel Dávila. Y en caso de incumplimiento de alguna de las reglas, Orozco perderá el beneficio y se llevará a cabo el juicio común, acusado de tentativa de robo simple en concurso real con daño simple.

"En ningún momento fui a robar, sí fui a producir un daño. Fue una situación en la cual por distintos motivos que prefiero no ventilarlos produje un daño, pero bueno, la situación es clara y es concreta, en ningún momento tuve la intención de robar absolutamente nada. Se me puede acusar de dañino, pero de ladrón no", dijo Orozco ante el juez.

Todo comenzó alrededor de las 21 del último viernes en las oficinas de la planta baja (en la alta funciona el Registro del Automotor Nº1) de un edificio en Aberastain al 422 Sur, Capital. Orozco no ejerció violencia para entrar, pues tenía llaves. Una vez adentro, descargó su furia rompiendo el sistema de seguridad, la central telefónica, computadoras, fotocopiadoras, impresoras, entre otras cosas. Unas 15 horas después, alrededor de las 12 del sábado, el propio Dávila llamó a la Policía porque le parecía raro lo que pasaba en la planta baja. Cuando los uniformado llegaron, Orozco tenía en su mochila algunos aparatos cargados. Y en su pantalón un disco rígido, propiedad de Montes.