El violento robo que sufrió la familia Leiva es el séptimo que se produce en el Barrio Arístides II,  desde que hace 3 años aproximadamente comenzó a se habitado el barrio privado ubicado en calle México, cerca de Güemes, departamento Rawson.

El último, ocurrido en la noche de este viernes, fue el primero en el que los delincuentes ingresaron a la vivienda con sus habitantes en ella, a los que golpearon y realizaron fuertes amenazas, como la de cortarle un dedo a alguno de los dos niños de la familia, de 2 y 5 años de edad, si no ‘confesaban’ donde tenían guardado el dinero.

“Es la primera vez que sucede algo así en el barrio. Los robos anteriores fueron cuando no estaban los dueños en sus casas”, comparó David Leiva, víctima con su familia de la traumática experiencia. Agregó que sí le pasó algo similar que a un vecino, a quien ya le robaron 3 veces, la primera vez cuando recién se estaban mudando. “Nosotros nos mudamos hace dos meses”, detalló el ingeniero.

Según Leiva la falta de alumbrado público tanto en la calle de acceso al portal de ingreso, como en el callejón paralelo, Guatemala, son dos condicionantes para que puedan realizar tareas de inteligencia los delincuentes. Y apuntó especialmente al callejón que da a la parte posterior del conjunto residencial, ya que desde ahí ingresaron a su propiedad, cortando la tela de cierre perimetral, para luego romper a patadas una puerta ventana y entrar a la vivienda.

Leiva describió que habían estado tomando mate su familia con una vecina, cuando vieron pasar por el callejón a un auto, que luego regresó. A las 21, cuando se había retirado la visita, fue que escucharon los estruendosos ruidos.

Leiva intentó impedir que ingresaran, pero recibió el culatazo de un revolver en la cabeza y también golpearon a su pareja para comenzar a exigirles que le dieran un dinero que ellos, aseguró, no poseían.

Así, amenazaron con mutilar a los chicos y continuaron golpeando al padre, mientras empezaron a robar electrodomésticos, desde TV y computadora hasta planchita para el pelo, un reloj muy valioso y otros elementos.

La familia quedó encerrada en el baño y cuando David pudo zafar de las ataduras a sus manos, llamó al 911 y al grupo vecinal, con el teléfono que escondió en un descuido de los agresores, detrás del inodoro. La comisaría 5ta está a cargo de las investigaciones.

“El callejón no tiene ninguna utilidad, no sé si es público o privado, pero nos perjudica a quienes vivimos acá. Ya nos robaron a casi la mitad de los que vivimos”, calculó.