Graciela, la mamá de Fernando Báez Sosa, agradeció la presencia de las miles de personas que se acercaron a la Plaza del Congreso para decir basta a la violencia y pidió entre lágrimas que los culpables “paguen por lo que le hicieron”.

“Mi casa está vacía. Cuando me levanto y veo su cama y está vacía, tendida, esperándolo, pero sé que nunca volverá”, dijo la mujer, mientras la sostenía su marido Silvino.

Ante una multitud que clamaba “justicia, justicia”, la mujer recordó que su hijo era una chico “bueno y decente” que amaba a su novia y tenía el proyecto de recibirse de abogado junto con ella.

“Lo que le hicieron nos arruinó la vida a todos los que lo queremos”, dijo Graciela. La gente, conmovida por las lágrimas de la madre, contestó con un grito unánime: “Asesinos, asesinos, asesinos”.

Sin embargo, la mamá de Fernando aseguró que sentirse tan apoyada “le da energía para seguir luchando”. Adelantó que nunca bajará los brazos hasta ver a los culpables presos, sólo así podrá “descansar” su corazón.

La mujer, visiblemente afectada por la tragedia que sacudió su vida, apenas pudo mantenerse en pie mientras daba su discurso. Luego fue el turno de un religioso de la comunidad marianista, del colegio al que asistió Fernando.

“No bajemos los brazos con el pedido de justicia. Como dicen los chicos, que esto no se corte. Queremos justicia y justicia rápida”, dijo.

Simultáneamente, en Villa Gesell se realizó una misma frente al boliche Le Brique, donde fue asesinado Fernando. Allí, el obispo de la Diócesis de Mar del Plata, Gabriel Mestre, leyó un mensaje enviado por el Papa Francisco a la familia de la víctima.

“Queridos hermanos, sé que celebrarán una misa en Villa Gesell al cumplirse un mes del asesinato de Fernando Báez. Quiero asegurarles mi compañía espiritual ese día. También yo celebraré la eucaristía por Fernando y sus padres”, decía la misiva. Y cerraba: “Por favor, no se olvide de rezar por mí. Que Jesús los bendiga y la virgen santa los cuide. Fraternalmente, Francisco”, cierra el texto.

A su turno, el obispo Mestre instó a todos los presentes a ser “artesanos de la paz en el lugar específico de sus vidas”.