Hacia su pareja, se mostraba como alguien riguroso con su hijastra, al punto de recriminarle que usara short muy cortos o controlarle las amistades. La mujer lo entendió así, incluso soportó algún exceso violento en el trato, pero nunca interpretó el real significado de otras actitudes de su hija, como que se empecinara en irse a vivir con su abuela y siempre le dijera que ya no vivieran más con ese sujeto. Que no la miraba bien o tener sus amistades en el barrio de su abuela, fueron las explicaciones más usuales de la niña, pero no era la verdad. Hasta que un día, la mujer insistió en saber por qué no quería quedarse en casa con ella y sus hermanas, y la niña estalló: entre lágrimas, le contó que era porque su padrastro la había besado y manoseado desde que comenzaron a convivir, en 2012 cuando tenía 5 años, y que esas maniobras habían parado recién 6 años después, en agosto de 2018, cuando un vecino llamado José Luis Bravo también la manoseó (el sujeto actualmente está procesado por abuso sexual simple).

La reveladora y dramática charla entre madre e hija ocurrió casi un año después, cuando la nena tenía 11 años. Y enseguida, el 9 de mayo de 2019, también hubo denuncia en el ANIVI contra ese sujeto que hoy tiene 41 años.

Días después, el 20 de mayo, quedó preso. Y ahora el juez Benedicto Correa (Sala II, Cámara Penal) decidió que siguiera preso en el Penal de Chimbas, ya con una condena de 11 años por abuso sexual gravemente ultrajante y corrupción de menores, todo agravado por la situación de convivencia, dijeron fuentes judiciales.

El magistrado adhirió así al planteo del fiscal Daniel Galvani en cuanto a la calificación de los delitos, aunque el representante del Ministerio Público había pedido aplicar una condena de 14 años, precisaron los voceros.

Que el sujeto se drogaba o que incluso mostró sus genitales delante de sus hijas un día que ella le anticipó que se iría de la casa que compartían en Chimbas, fue el comprometedor testimonio de la madre de la nena.

Pesadillas, miedo a las motos (el vehículo de su padrastro) a dormir sola, ansiedad, trastornos alimenticios, o su agresividad hacia sus hermanas y sus compañeras de colegio, fueron parte de los indicadores que llevaron a los psicólogos a concluir que la niña no mintió cuando acusó a su padrastro.

El defensor del imputado, Horacio Merino, ahora podrá reclamar ante la Corte de Justicia.