"Batida". Elisa Franco y su hijo estaban en la planta alta cuando los atacaron. Los policías están convencidos de que los ladrones sabían del dinero.

Una mujer y su hijo (ambos oriundos de Bolivia) padecieron media hora de terror a manos de tres ladrones que, a punta de arma, los redujeron, los ataron y los atacaron a golpes casi media hora hasta lograr su cometido: apoderarse de los 7.000 dólares ($265.727 al cambio oficial de ayer) que ahorraban para devolvérselos a una hermana de la mujer, que se los prestó para que pudieran comprarse un acoplado, necesario para su negocio con la venta de ladrillos.

Elisa Franco (54) y su hijo menor, Brian, estaban en la planta alta de su casa en la esquina de La Laja y Arévalo, Albardón, cuando se les aparecieron los ladrones, encapuchados, con guantes y armados. Eran casi las 2 de ayer cuando la mujer veía televisión en el comedor y su hijo estaba recostado en su habitación.

Elisa fue la primera en ser sorprendida y llamó a gritos a su hijo, pero la tumbaron al piso de un golpe en la cabeza y enseguida la ataron con cables de la propia casa y la amordazaron con una bufanda.

Al oír el ruido y los gritos, Brian salió a ver pero también fue reducido al instante y maniatado con los cordones de sus zapatillas.

Lo que siguió fue de pesadilla, porque comenzaron a golpearlos exigiéndoles el dinero. "A mi hermano lo ahorcaron con un cable y casi los asfixian, todo para que dijera dónde estaba la plata" dijo ayer Zulma Franco, hija de la dueña de casa.

Brian nada dijo pero su madre no soportó ver cómo lo torturaban y les indicó que el dinero estaba en un ropero. Y los ladrones huyeron sin robar nada más, por eso ayer los pesquisas estaban convencidos de que alguien les pasó el dato de que los Franco tenían esa suma de dólares.

De origen boliviano y con casi 30 años ya en el país, la familia Franco guardaba el dinero para pagar una deuda con la hermana de Elisa, quien les prestó plata para que pudieran comprar el acoplado de un camión para el traslado de ladrillos. Con el resto de sus hijos e hija ya mayores y dedicados a la empresa familiar, Brian es el único que vive con su madre y lleva adelante un pequeño gimnasio en un salón de la casa.