A la hora de comprar los tickets es el temor que irremediablemente prima, incluso entre los más valientes: “¿Y si se queda arriba?”. La mayoría de las veces no pasa de un mero recelo, pero todo puede suceder... y sucedió. Un juego del Hollywood Park, instalado en el predio del Jockey Club, en Rivadavia, sufrió un desperfecto y dejó a 31 personas suspendidas en el aire durante varias horas, a unos 20 metros de altura.


La desesperante peripecia ocurrió casi iniciada la madrugada de ayer, en una de las atracciones más convocantes, el Discovery, una rueda gigante que gira sobre su eje y es elevada a las alturas por un brazo mecánico sostenido desde la base.


El reloj marcaba las 23.50 cuando los 31 (entre los que había adolescentes y niños) estaban ubicados en los diferentes compartimientos, predispuestos a zambullirse en dos minutos de adrenalina pura. Pero terminaron viviendo más de 4 horas de pánico, terror y desesperación.

Llanto. Una chica rescatada es asistida por el cuerpo médico, mientras deja caer lágrimas. Para los 31 fue realmente desesperante lo que vivieron.


Pese a que aseguraron que tenían todas las habilitaciones, tras el incidente el Hollywood Park fue clausurado por orden del Primer Juzgado Correccional. Las pericias serán claves para determinar si hubo alguna negligencia de la empresa, como la falta de mantenimiento de las máquinas. Y, aunque no hubo una tragedia que lamentar, no se descarta alguna demanda por parte de las víctimas.


¿Qué pasó? El juego ya había dado la primera vuelta de 360º y se encaminaba al segundo giro, pero se escucharon crujidos y en un momento la rueda quedó trabada en uno de los puntos de máxima altura. Tanto los espectadores como los participantes empezaron a notar que algo estaba mal, pues la rueda continuaba girando, pero ya no bajaba a la superficie. 


Los encargados cruzaban miradas, hasta que después de varias vueltas reconocieron la falla y de inmediato se desató la locura. Los 31 estaban atrapados en las alturas, a la intemperie, boca abajo y sin saber cuándo iba a terminar la pesadilla. Abajo, la situación también se descontroló: los familiares arremetieron contra los encargados y hubo gritos, insultos y llanto.


Constatado el problema, los organismos de seguridad fueron alertados y llegaron para trabajar en el rescate. Efectivos de Bomberos colocaron una colchoneta gigante para amortiguar una posible caída. Y con arneses, sogas y dos grúas, fueron bajando uno a uno en un operativo que se extendió por casi 5 horas. Al último que rescataron fue a un niño de 10 años, cerca de las 4.30 de la mañana. 
Al tocar tierra, las víctimas eran atendidas por un equipo médico. Muchos terminaron con náuseas, vómito y mareos, pero todos estaban fuera de peligro.

Cabeza abajo. Mientras aguardaban a que los bajaran, los participantes estaban cabeza abajo. Eso a muchos les causó vómito, náuseas y dolores.

 

LA PALABRA DE UNA VÍCTIMA


“Fue de terror. Tratábamos de calmarnos, pero era imposible. Me mareaba, me faltaba el aire, me dolía todo, fue feo en serio”, contó Diego Caballero (31), un chimbero que fue al parque con su esposa y sus dos hijos.


“Había un hombre que estaba súper alterado porque tenía a su hija sola abajo. Vos pensás que estás 3 minutos y te bajás, no que te vas a quedar 4 horas. A mi derecha una chica vomitó dos veces, estaba de cabeza y se ahogaba, le chorreaba el líquido por el pelo. Ella se desmayó. Y había otra nena muy alterada que no paraba de llorar. Aparte nos cag... de frío”, aseguró. Y siguió contando lo que pasaba en su cuerpo: “Primero los ojos me empezaron a llorar. Después sentía que la cabeza se me iba inflando, y como que perdés puntos de visión, empezás a ver borroso. Perdí la percepción de las piernas, tenía todo acalambrado. Desde abajo nos decían que moviéramos los brazos, pero era imposible. El dolor de cabeza y de oídos era insoportable. Al menos yo, tenía como un zumbido permanente en los oídos, estaba como perdido, no entendía nada”, lanzó. Caballero además dijo que sintió un “tremendo alivio” cuando tocó tierra, y que lo primero que hizo fue abrazar a sus hijos: “Desde arriba los veía llorar y eso me partía”. “Lo veo como un aprendizaje. A esa mugre no me vuelvo a subir jamás en la vida”, finalizó el joven.