Solloza, respira de prisa, con dificultad, se le entrecortan las palabras. Las emociones aún le fluyen por el cuerpo con una gran dosis de nervios a Romina Bravo (31), cuando recuerda una escena que jamás hubiera querido ver: su propia hija de 7 años, Brisa, envuelta en llamas. Fue un episodio terrible, porque el fuego agarró de golpe la ropa, el pelo y cuerpo de la niña. Porque en la humilde casa de Pocito donde viven la presión del agua potable no es la óptima y tuvo que recurrir a una botella de agua de la heladera para mitigar ese fuego, que al final ella y su marido Pablo Matamoro (34) controlaron con sus propias manos, con un resultado lógico: también salieron quemados.

"Mi hija se agarró fuego de golpe y nos costó apagárselo pero va a estar bien. Los médicos me dijeron que va a salir bien a pesar de que está en terapia y con respirador artificial. Tiene más que nada quemado el cuello y parte del rostro, pero también las piernas y los brazos, aunque un poco menos", dijo ayer Romina, entre lágrimas, con la manos ampolladas, principalmente la derecha.

Los padres de la niña controlaron el fuego con sus manos. El padre, fue el más lastimado

El dramático episodio ocurrió alrededor de las 21,30 del martes en una precaria casa de adobes con techo de cañas y palos, como todas en ese humilde vecindario llamado Villa Unión, construido a ambos lados de la calle Aberastain, entre las calles 17 y 18. Romina y su familia construyeron su casa a unos 500 metros al Sur del cementerio departamental de Pocito, hace 9 años.

La joven recordó que ella estaba en la pequeña cocina comedor, en el extremo opuesto a sus hijas (las otras nenas tienen 11 y 8 años) disponiéndose a preparar unos huevos fritos para la cena. Mientras, las nenas hacían de las suyas jugando a las princesas, ataviándose con la ropa que sacaban de una bolsa que les habían regalado días atrás. En la casa también estaba el marido de Romina, que es carnicero, y el nene de ambos, de 4 años, que se entretenían viendo televisión.

"En la estufa (situada en una esquina) ya no había fuego, quedaban las brasas nomás cuando veo que ella se apoya y se agarra fuego desde atrás. Fue de golpe, le tomó la ropa y el pelo, fue tremendo", rememoró la joven madre, para luego describir el momento más complicado, porque como no tenían agua de la canilla, tuvo que acudir a una botella que tenían cargada en la heladera: "eso le apagó un poco, y de ahí con mi marido se lo apagamos con las manos... nos quemamos los dos, pero él es el que más lastimado quedó", dijo ayer la mujer, todavía alterada.

A pesar de las lesiones, el marido de Romina partió ayer en moto al hospital Rawson para acompañar a la pequeña y estar al tanto de su evolución.

"Fue un momento muy feo el que pasamos pero tenemos fe en que todo va a salir bien, ella está bien", remarcó Romina, rodeada de sus familiares.