Era una tarde cálida la de aquel 9 de octubre de 1974 en San José de Jáchal, un pueblo que se caracterizaba por su tranquilidad y en el que todos los vecinos se conocían. Allí, a escasas cuadras de la plaza principal, una humilde vivienda guardaba entres sus paredes un crimen atroz. Un padre asesinó a su beba de 4 meses, a su hija de 12 años y dejó al borde de la muerte a su esposa. Luego, se suicidó. Ese terrible panorama fue descubierto por la hija mayor de la familia, una joven de 14 años.

Carlos Gavino Varela, de 44 años, oriundo del departamento, permanecía detenido en la cárcel jachallera, procesado bajo la acusación de haber abusado de una de sus hijas. Pero había pedido autorización a la jueza para salir y permanecer unos días en su hogar con su familia, integrada por su esposa y sus 7 hijos. Su buen comportamiento había hecho que la magistrada le otorgara aquella licencia.

El hombre llegó a la vivienda ubicada 8 cuadras al sur de la Plaza San Martín, ese miércoles por la mañana. Mientras 4 de sus hijos permanecían en una escuela albergue, se reencontró con su esposa y sus otras tres hijas, de 4 meses, 12 y 14 años.

Según el archivo de DIARIO DE CUYO y el relato de Rosa Varela, una de las hijas, sobreviviente de la tragedia, todo ocurrió por la tarde.

Alterado por un motivo que aún hoy, a 47 años, se desconoce, Carlos Varela atacó primero a su hija menor, Alicia Beatriz, de 4 meses. La tomó en sus manos y “le reventó la cabeza contra la pared”, relata Rosa, quien en ese entonces tenía 5 años y estaba en aquella escuela hogar alejada del horror que vivía su familia.

Más tarde, comenzó a agredir a su esposa, M.J.O (se reserva su identidad), quien en ese momento tenía 36 años. A ella la golpeó brutalmente sobre su cama matrimonial mientras le propinaba puñaladas con un cuchillo. Le provocó graves lesiones en su cabeza y le desfiguró el rostro. La mujer quedó recostada en un enorme charco de sangre. Aparentemente, el agresor creyó que estaba sin vida.

Justo en ese momento, siempre según el relato de Rosa, llegó a la vivienda su hija de 12 años, Lidia Ramona, quien había salido a comprar. Fue cuando su padre le lanzó un hacha y le provocó un corte que terminó con su vida.

Después, el hombre acomodó los cuerpos de sus hijas sobre la cama, al lado de su esposa. Entonces tomó un alambre, lo ató a uno de los palos del techo justo en el ingreso a la habitación y se suicidó.

Esa terrible escena fue descubierta más tarde por la mayor de las hijas de la familia, quien en ese momento tenía 14 años. Desesperada, aquella chica corrió a pedir ayuda y sólo recuerda que, cuando regresó a su casa, alrededor de las 20:30, ya habían llegado al lugar la Policía y una ambulancia.

Su conmoción fue tal que después de lo sucedido entró en estado de shock, lo que la llevó a permanecer una semana internada.

Mientras tanto su madre, que aún respiraba pero había quedado gravemente herida, fue trasladada en ambulancia en primera instancia al hospital del departamento, para luego ser derivada al Hospital Rawson.

Los peritos toman pruebas en el domicilio en el que se produjo el crimen seguido de suicidio.

Para ese momento, la Policía realizaba las pericias en el lugar y los vecinos se acercaban para saber qué había sucedido. La aglomeración de gente obligó incluso a la Policía a reforzar la cantidad de efectivos en la zona. La conmoción fue reflejada en aquel momento en las crónicas policiales de DIARIO DE CUYO, que recogió testimonios de familiares y publicó fotografías de la escena del crimen.

La noticia sobre el caso publicada el 11 de octubre de 1974 por DIARIO DE CUYO. 

El saldo de aquel terrible filicidio seguido se suicidio fue más allá de las tres muertes. La madre de la familia pasó casi tres meses internada. Tenía graves golpes en su cabeza, una pierna rota, la mandíbula quebrada y el rostro desfigurado. Incluso debieron colocarle un ojo de vidrio tras su recuperación.

A su vez, los 5 hijos sobrevivientes quedaron librados a la voluntad de su familia extendida, que los dejó en la calle. Después de meses de pedir en la calle y sufrir mala alimentación y maltratos, fueron dados en adopción a distintas familias, lo que los separó. Eso hasta hace 7 años, cuando siendo adultos y ya cada uno con su propia familia y viviendo en distintas provincias, pudieron reencontrarse.