Apenas pasaban las 14 de ayer cuando el micro de la empresa Urquiza entró a Río Segundo, en Córdoba. Le faltaba todavía 60 minutos para llegar a la terminal pero la policía lo interceptó en la ruta. Dieciseis horas después de su raid sangriento poco quedaba en "El Chino" Diego Loscalzo del asesino despiadado que mató a tiros a su mujer, su suegra y otros tres familiares, e hirió a tres personas más, entre ellas a una embarazada de nueve meses que perdió a su bebé. Se escondió en el baño y casi no se resistió cuando lo detuvieron.

"Se lo notaba muy nervioso y me llamó la atención que no traía ningún equipaje", contó el chofer del vehículo al medio local La Voz. “No me maten, no me maten”, gritaba desde adentro del baño cuando los oficiales golpearon la puerta y le exigieron que se entregue. Aunque pretendió dar un nombre falso, ya estaba jugado. Lo subieron llorando al patrullero y con un hilo de voz se lo escuchó decir: “Ojalá me perdonen por lo que hice".

A pesar de sus temores a una represalia ya que su mujer, y la primera de sus víctimas, era policía en San Isidro, el detenido llegará esta mañana a Buenos Aires en medio de un operativo de máxima seguridad. En principio, la fiscalía le imputa el "femicidio" de Romina, los cuatro "homicidios calificados por el uso de arma de fuego" de Vanesa, Paiva, José y Díaz; y las "tentativas" de Lloret y López Gotta, además, de "portación ilegal de arma de guerra y robo agravado". Todavía no fue caratulada la muerte del bebé que esperaba Lloret.

 Según las primeras pericias, al séxtuple asesino le llevó 10 minutos y 19 disparos cometer la masacre: 12 en la casa de la calle Cañuelas y 7 en la esquina de Schubert y Beethoven, todos ellos con la misma pistola, la cual tuvo que recargar. "Uno tiene que agradecer que no hizo nada ni tomó a nadie de rehén", sostuvo una pasajera del micro en el que Loscalzo intentó escapar.