Gustavo Fabián Cortez (26) rebobina una y mil veces, pero siempre termina atrapado en su destino. Piensa: si aquella mañana del miércoles 26 de agosto de 2009 hubiera pasado a desayunar por el galpón de su trabajo luego de dejar a su madre en el suyo, cuidando chicos. O si su mamá no hubiera confundido el día que debía cobrar la pensión (era ese miércoles, ella creía que 26 era jueves) no hubiera salido a ver videos ni a compartir con su novia y sus amigos, porque en los días de cobro él hacía cola en el banco desde la madrugada para ahorrarle el esfuerzo a su mamá. Pero aquella mañana ni él se demoró y su mamá se confundió. Aquella mañana, al volver en auto de dejar a su madre se metió a una vereda y terminó con los días de Celeste Archerito (19) en calle Comandante Cabot, a metros de su casa. Y fue su cruz. Porque desde aquella mañana -asegura- sus tranquilos y felices días de joven que estudiaba para ser chef, que laburaba poniendo toldos y mediasombras para arrimar unos pesos a la casa, se trocaron por caras largas, por días de angustia, de llorar encerrado ‘leyendo la Biblia’, de atormentarse por ver a su madre reprochándose a diario haberlo despertado para que la llevara. Hoy, Gustavo convive con la amenaza de ir preso por esa muerte (lo condenaron a 3 años y 8 meses de prisión efectiva), pero dice que deja todo ‘en manos de Dios’. En su modesta casa del barrio Rivadavia Sur y apoyado por su mamá, su novia, familiares y amigos, habla de Dios, a quien se acercó desde la tragedia para aprender de vuelta a vivir.

Asegura que está arrepentido, que se acercaría a la familia Archerito a decírselo pero cree que no lo perdonarán. También dice que todos los días le habla a Celeste como a su padre que perdió por un accidente cerebro vascular (ACV) en el año 2007. Que reza por ella y por su familia, para que tengan paz y sepan perdonar, porque está convencido de que Celeste lo acompañará hasta la tumba.

“Celeste no es mi familia pero es parte de nosotros, todos los días rezo por su alma. Y me gustaría saber dónde está sepultada para llevarle una flor y rezarle”, asegura el joven. Y agrega: “no quiero ir preso porque es injusto habiendo casos peores que el mío, pero no soy un asesino, yo no la quise matar. No sé lo que me pasó, pero no estaba borracho y hasta hoy es como que se me nubló todo y sólo recuerdo cuando venía por la Circunvalación y después cuando me desperté vendado en la pierna que se me quebró y en la cabeza. Si es de Dios que vaya preso por algo será, pero con eso yo no voy a devolverle la vida”. Cortez asegura que nunca antes realizó una manifestación pública porque prefirió no involucrar a su familia, para no exponerla. Pero hoy cree que es conveniente que la familia de la víctima y la gente sepa que sufre, como todos los suyos. Y para decir que no entiende cómo puede ser que gente que se dice creyente de Dios “vaya por otro camino”.

“Acá empapelaron la esquina de mi casa tratándome de asesino. Estuvimos como dos meses sin atender el teléfono y sin pegar un ojo por las noches porque nos decían de todo. O me llamaban a mi celular a las 3, 4 de la mañana para decirme que hablaban de parte de María Celeste Archerito. Yo me banqué todo y no cambié el número de celular porque siempre di la cara. Pero ya no aguanto más que metan a mi madre en todo esto, ella no tiene nada que ver. No creo que me perdonen porque no van por el camino de Dios. Yo estoy arrepentido, nunca quise matar a Celeste”, concluyó.