El juez de Instrucción Martín Heredia Zaldo procesó el presunto pedófilo, tras comprobar con varias pruebas los dichos de la nena.

El 2 de octubre pasado fue tal el asco que sintió, que decidió que fuera la última vez. Salió de la habitación de su tío, de 25 años, enfiló hacia el dormitorio de su mamá y le pidió que fuera hablar con él porque ya no quería someterse más a esas prácticas de sexo oral a cambio de que le prestara su computadora o la dejara ver televisión. Sorprendida, la mujer tardó un momento en procesar lo que su hija de 6 años terminaba de decirle y como la notó realmente contrariada, supo que le decía la verdad. Entonces llamó a su marido para ponerlo al tanto de la terrible revelación y del complicado asunto también se enteró su suegro que, incrédulo, pronto le advirtió que se meterían en problemas porque su hijo no era capaz de algo así. Entonces los padres decidieron llamar a la Policía y poner todo en manos de un árbitro, el juez de Instrucción Martín Heredia Zaldo, quien encaró una detallada investigación, que confirmó los dichos de la niña con una sorpresa extra: su tío era habitual consumidor de pornografía infantil, pues en su teléfono y su computadora encontraron más de 2.000 gigabytes con variado contenido sexual con niños que tendrían entre 4 y 12 años, dijeron fuentes judiciales.

Procesamiento con prisión preventiva por abuso sexual con acceso carnal, por las numerosas prácticas de sexo oral (equiparadas legalmente a una violación) a las que fue obligada la nena en un lapso de alrededor de un año y medio. Abuso sexual gravemente ultrajante, por un franco intento de violación que la menor refirió ante un psicólogo del Anivi. Y tenencia de material pornográfico, fueron los delitos que le imputó el magistrado a ese joven, que formaba parte de un grupo de Whatsapp en el que se intercambiaba pornografía con niños, dijeron fuentes judiciales.

Formaba parte de un grupo de Whatsapp que traficaba pornografía infantil.

La situación de convivencia había facilitado que el supuesto pedófilo pudiera atacar a esa nena, que confiaba en él y lo quería por la estrecha relación que los unía. Ambos vivían en una misma propiedad, la niña con sus padres en un departamento del fondo; el hoy procesado en una habitación del fondo con una puerta de salida hacia ese lugar, que la niña solía usar con frecuencia para estar con su abuelo y sus tíos.

La ocasión se presentaba en la siesta, cuando la mamá de la nena dormía y en la casa de su abuelo no había nadie más.

El día que llegó a la Policía la niña salió a indicarles quién le hacía cosas feas: "Ese tío", les señaló, y salió corriendo a refugiarse en su dormitorio. Desde ese momento la suerte del sujeto quedó sellada.