Llegó al palco junto a su par argentino, Alberto Sileoni, y al gobernador José Luis Gioja. Ni bien se ubicó, comenzó a dialogar con Sileoni y con Ginés González García, embajador argentino en Chile. Frente a él se encontraba la bandera de su país, rodeada de una gran cantidad de banderas argentinas. Impecable en su traje oscuro, Joaquín Lavín, ministro de Educación de la República de Chile y ex candidato presidencial en su país, fue uno de los que más sufrió el calor de la mañana. Sin embargo, no perdió la prestancia ni por un momento, ni siquiera cuando los tres discursos previstos (el de Beatriz Oviedo, el de Sileoni y el de Gioja), hicieron transpirar a más de uno en el palco y los obligaron a pedir agua insistentemente a la gente de ceremonial y protocolo.

Después, en el breve lapso que transcurrió mientras las autoridades cambiaban de palco para ver el desfile sobre avenida Libertador, Lavín fue abordado por DIARIO DE CUYO y se mostró tan atento como desde su llegada.

-En su país han encarado una reforma educativa importante. ¿A qué se debe, ministro?

-Lamentablemente, en países como Chile, en materia de educación pública nos hemos quedado muy atrás. Sobre todo estamos en deuda con el interior del país. Y eso es triste, porque la educación tiene que ser la palanca que permita la igualdad de oportunidades. Por eso se encaró la reforma que se concretó el año pasado (ver aparte).

-Una reforma que tiene que ver con un cambio de concepto ¿no?

-Es que hoy hay un desafío distinto al de hace algunos años. No es que hoy la gente no tenga acceso a la educación en Chile. Lo que sucede es que no todos acceden a una educación de calidad. Por eso el desafío es mejorar la calidad.

-¿Las diferencias son muy notorias?

-Mucho. Y hoy en día, no puede ser que la educación de los niños de familias ricas de Chile tengan una calidad de educación distinta a los niños de familias más pobres. Por eso esta reforma apunta a mejorar la calidad, pero para todos, no para algunos solamente.

-¿Cómo piensan materializar el cambio?

-Poniendo mucha fuerza en la formación de quienes serán los maestros y profesores de los niños chilenos.

-Una idea que ya tuvo Sarmiento ¿no?

-La verdad es que yo siento que en Chile, sigue presente el legado de Sarmiento. Él pensaba que la educación es lo único que puede cambiar la vida de una persona, y con ese mismo concepto hemos encarado la reforma educativa en nuestro país. Sarmiento fue el primer director de la Escuela Formadora de Docentes, la famosa escuela Normal de Chile. Fue un gran momento para la educación chilena. Pero con el tiempo, el status social y económico de los profesores se deterioró y la calidad de la educación cayó.

-¿Qué medidas han tomado?

-Chile está haciendo un esfuerzo para que los mejores alumnos de la secundaria quieran ser profesores. Ya no se trata sólo que la educación sea gratuita, sino que a los mejores alumnos el Estado les está pagando 160 dólares mensuales para que sigan su vocación de maestros. En mi país, hoy lo que más necesitamos es que lo mejores se dediquen a enseñar y que reciban un premio por hacerlo. Queremos poner al maestro y al profesor en el corazón de la sociedad, como lo haría Sarmiento.