No hay úlcera, ni pólipo, ni tumor, ni ninguna otra causa orgánica. La alteración es en la función de alguna parte del tubo digestivo y por eso se los llama trastornos gastrointestinales funcionales (TGF). Pueden presentarse desde la boca hasta el ano, pasando por el esófago y el estómago, e incluyen desde acidez, eructos, rumiación, intestino irritable, hinchazón y estreñimiento, entre muchos otros.

En Argentina, casi la mitad de los adultos conviven con los síntomas que provocan estos trastornos, según surge de un gran estudio multinacional del que participaron 73.000 personas de 33 países de todos los continentes, entre ellos más de 2.000 hombres y mujeres de nuestro país.

A nivel mundial, el 40,3% de los encuestados cumplieron los criterios de diagnóstico para al menos uno de los 22 trastornos gastrointestinales funcionales analizados en el marco del trabajo publicado en la revista Gastroenterology.

El artículo ofrece el primer mapa de la prevalencia y la distribución global de los TGF (también llamados trastornos de la interacción intestino-cerebro), que afectan negativamente la calidad de vida y generan una importante demanda al sistema de salud.

Uno de los datos relevantes que confirmó la investigación es que se trata de afecciones significativamente más frecuentes en mujeres (46,5%) que en hombres (34,2%).

En Argentina, la prevalencia detectada supera la media mundial: el 43,9% de los consultados sufre al menos uno de los trastornos.

Qué son los trastornos gastrointestinales funcionales

Los TGF son trastornos crónicos del tracto gastrointestinal, que pueden producir síntomas de diferente intensidad y que no encuentran explicaciones claras o conexiones con hallazgos objetivos en estudios de rutina.

Esos signos puede manifestarse a lo largo de todo el tracto gastrointestinal. En la parte superior, es decir, en el esófago y el estómago, pueden incluir acidez o reflujo, disfagia (dificultad para tragar), indigestión (dispepsia), eructos, náuseas y vómitos crónicos, entre otros.

Mientras que la parte inferior puede verse afectada principalmente por estreñimiento crónico, distensión o hinchazón abdominal, síndrome de intestino irritable (SII) y proctalgia fugaz (dolor anorrectal intenso).

A nivel mundial, los trastornos intestinales fueron los más frecuentes: el 33,4% de los encuestados mencionó sufrir al menos uno.

La muestra argentina estuvo conformada por 2.057 adultos de la población general que respondieron al cuestionario a través de internet (en 9 países la encuesta se hizo en persona).

Las tasas de prevalencia para 5 diagnósticos gastrointestinales funcionales seleccionados en nuestro país fueron de 6,9% para dispepsia, 3,5% para síndrome de intestino irritable, 12,2% para estreñimiento funcional, 6,3% para diarrea funcional y 5,2% para hinchazón/distensión funcional.

Trastornos comunes

"Es sorprendente lo similares que son los hallazgos entre países. Podemos ver algunas variaciones pero, en general, estos trastornos son igualmente comunes en cualquier país o continente", afirmó Magnus Simrén, profesor de gastroenterología en la Academia Sahlgrenska de la Universidad de Gotemburgo (en Suecia).

Simrén es uno de los autores del trabajo e integra la Fundación Roma, institución que desarrolla criterios diagnósticos para los TGF y desde donde surgió la iniciativa para la recolección masiva de datos.

¿Aumentaron los trastornos gastrointestinales en los últimos años?

"No lo sabemos objetivamente. Tenemos una sensación subjetiva de que sí. Pero como hasta ahora teníamos estudios difíciles de comparar unos con otros, es difícil sacar una conclusión. Con este gran trabajo epidemiológico mundial estamos dando el primer paso", dice a Clarín el gastroenterólogo Luis Bustos Fernández, quien lideró la investigación en Argentina.

Uno de los hallazgos más notables del trabajo, destaca Bustos Fernández, es que el síndrome de intestino irritable, de acuerdo a los criterios diagnósticos que se utilizan en la actualidad, es menos prevalente de lo que se estimaba.

Lo que ocurre es que los criterios de Roma IV (así se llaman) son más estrictos que los de Roma III que regían hace unos años. ¿Qué implica eso? Que entidades que antes se englobaban dentro del síndrome de intestino irritable, hoy se clasifican por separado.

"El intestino irritable es tremendamente frecuente, pero en Argentina hoy nos da una prevalencia del 3,5% porque a partir de la aplicación de los nuevos criterios de Roma IV, se separa al SII de la constipación funcional, de la diarrea funcional y de la distensión abdominal funcional", explica el investigador principal del trabajo en el país.

En el diagnóstico actual de SII o síndrome de colon irritable (SCI) es clave la presencia de dolor abdominal al menos una vez por semana.

"Para diagnosticarlo tenés que tener dolor relacionado con cambios en el ritmo evacuatorio, ya sea diarrea o constipación, y generalmente también hay distensión abdominal crónica", dice Bustos Fernández, director del centro de gastroenterología que lleva su nombre. Si esos cuadros se presentan sin dolor se clasifican aparte y no se consideran intestino irritable.

"Como y me hincho"

El médico destaca que antes tampoco existía el concepto de distensión abdominal funcional. "El famoso 'como y me hincho' ahora también puede categorizarse solo, sin estar asociado a desórdenes evacuatorios".

Mientras el SII muestra una prevalencia bastante similar a nivel mundial, en la distensión abdominal el panorama no es tan parejo. Argentina tiene la cifra más alta registrada en el continente americano, con el 5,2%, seguida por Colombia (4,5%), México (3,4%), Canadá (3.3%), Brasil (2,7%) y Estados Unidos (2%).

"Un trabajo que se podría hacer es si nosotros somos más parecidos a los europeos, porque el tipo de dieta en Argentina es más parecida a la del europeo y no tanto a la del resto de Latinoamérica", plantea Bustos Fernández.

La prevalencia de distensión abdominal registró también amplias diferencias dentro de Europa: en Italia afecta al 8,2% de la población encuestada, en Francia al 6%, en España al 3.4% y en Alemania al 2,8%.

Eje intestino-cerebro-microbiota

Alimentación y estrés son dos factores que suelen mencionarse cuando se habla de trastornos gastrointestinales funcionales. Pero ¿se puede establecer cuál impacta más en la salud?

"Todo se correlaciona en forma directa -explica-. Lo que antes se conocía como eje cerebro-intestinal, hoy en día se llama eje cerebro-intestinal-microbiota. La dieta interviene directamente en la microbiota y produce modificación de algunos metabolitos, como por ejemplo en algunos ácidos orgánicos que se ha visto que se correlacionan con distintas enfermedades neurodegenerativas, como Parkinson y Alzheimer, pero también con otras del especto autista."

En ese circuito, añade el gastroenterólogo, además de la dieta, "puede intervenir también el estrés, haciendo que todo el aparato digestivo esté más sensibilizado".

"Nosotros tenemos en el aparato digestivo mayor cantidad de neuronas que las que hay en el cerebro. Por eso en los últimos años profundizamos mucho en el conocimiento de la microbiota y su relación con múltiples enfermedades", dice Bustos Fernández sobre la explosión de estudios que abordan esta temática.

Y continúa: "El problema de la microbiota es que es todo muy lindo para explicar y no tan fácil de tratar. Se habla mucho de los probióticos y los productos fermentados, pareciera que son buenos para todo y esto no es tan así. Está demostrado que consumir productos fermentados es bueno para el organismo y que, por ejemplo, un yogur por día es beneficioso, pero conocemos poco todavía sobre el mecanismo de acción".

Intestino y covid

Un tema que también se está estudiando es el impacto de la pandemia de Covid-19 en la patología gastrointestinal.

"Hay un tipo de intestino irritable que se llama posinfección. La persona viene desde hace un tiempo con sintomatología digestiva y en el interrogatorio surge que todo empezó con un proceso infeccioso, por lo que ya se encuentra bastante avanzada la investigación sobre sintomatología digestiva poscovid, para ver si aumenta la prevalencia de este trastorno", comenta el gastroenterólogo.

En Argentina, un estudio realizado por profesionales del servicio de neurogastroenterología del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires mostró una asociación entre las medidas de confinamiento dispuestas por la pandemia con una disminución de la severidad de los síntomas en personas con intestino irritable.

Los investigadores creen que los resultados están relacionados con el hecho de que, al quedarse en casa, no estuvieron expuestas al estrés externo y pudieron controlar mejor su dieta.

Fuente: Clarín.-