Pocos placeres se comparan con el dormir una siesta y si encima la ciencia dice que llevarla a cabo es bueno para nuestra salud física y mental, ¿qué más podemos pedir? Durante muchos años tuvo mala fama pero, luego de muchas investigaciones, se comprobó que dormir la siesta ayuda a reducir el riesgo cardíaco, disminuir la presión arterial, favorece el aprendizaje abstracto, aumenta nuestra capacidad de resolver problemas, mejora nuestro ánimo y nuestro humor, entre otros beneficios.

Ahora bien, un tema de debate eterno durante muchos años fue el determinar cuánto tiempo debería durar una siesta perfecta. Algunos científicos hablaban de 90 minutos o más y otros de tan solo 20. Hoy en día, el consenso general nos recomienda dormir una siesta de no más de 40 minutos y, para que sea realmente eficaz y reparadora, debe cumplir con determinadas características:

*Debe ser corta, es decir, no debería durar más de 40 minutos. No tenemos que dormir hasta que nos despertemos solos, sino que es necesario utilizar alarmas para evitar dormir en exceso, lo cual puede traer como consecuencia que nos cueste dormir a la noche;

*No utilizarla para compensar lo que no dormimos de noche. El objetivo de la siesta no es recuperar el tiempo perdido de sueño, sino darnos la energía y vitalidad que necesitamos para continuar con nuestro día. Recordemos que el sueño no es acumulable, lo que no dormí ayer no lo puedo recuperar hoy.

*El ambiente debe estar poco iluminado, lo más parecido posible al que tenemos durante la noche. Si no podemos controlar el ingreso de luz, una opción es utilizar un antifaz y hasta anteojos de sol si es necesario.

*Mientras más silencioso esté el ambiente, mejor vamos a descansar. Podemos optar por utilizar tapones para el oído, escuchar música relajante en volumen bajo a través de auriculares o encender el ventilador o el aire acondicionado para “tapar” los ruidos externos.

*Dormirla en la cama sería lo más recomendado. Esto hará que nos durmamos más rápido no solo porque el ambiente es el ideal y nos incita a dormir, sino porque el estar acostados nos permite estar en una posición más cómoda y relajada.

*Utilizar ropa cómoda. Si estamos en nuestra casa una buena idea sería el usar pijama, camisón o nuestra “ropa de dormir”. Si estamos en otro ambiente, tratemos de desajustar nuestra ropa (aflojar el cinturón, la corbata, los botones) y sacarnos los zapatos. Si pudiésemos poner los pies en alto, mejor.

*No dormirla a cualquier hora para evitar que altere nuestro sueño nocturno. Lo ideal es llevarla a cabo entre las 14 y las 18 horas. Si la realizamos más tarde no vamos a poder conciliar el sueño a nuestro horario habitual y solo conseguiremos alterar nuestro ritmo circadiano y nuestra calidad de vida.

*Apagar el celular, ni siquiera dejarlo en vibrador. Dormir la siesta implica desconectarse del mundo por 40 minutos. Eso significa desconectar todo lo que puede llegar a interrumpirnos y el celular ocupa el puesto número uno del ranking de “interrumpidores” de siesta. Tampoco dejarlo a la vista, la pantalla se iluminara cada vez que recibamos un WhatsApp, un alerta de cualquiera de las redes sociales o un mail y nos impedirá poder desconectarnos para dedicarnos a dormir la mágica siesta reparadora.

¿Café? Si no resistimos la tentación, tomarlo inmediatamente antes de acostarnos a dormir la siesta, ya que el efecto estimulante de la cafeína empieza recién a partir de los 20 minutos de ingerirla y para ese momento ya vamos a estar entregados a Morfeo. Si somos para del grupo de los “inmunes a la cafeína” sigamos con nuestra rutina habitual. Tengamos en cuenta que el té y el mate también son estimulantes, por lo cual debemos tener los mismos cuidados que con el consumo de café; 
Intentemos “parar” nuestra cabeza. Desconectémonos de los problemas o tareas pendientes por un rato. Si nos deja más tranquilos, los podemos escribir en un papel para seguir trabajando sobre ellos cuando nos despertarnos y no dejar nada pendiente. La siesta es para que el cuerpo se recupere pero también nuestra cabeza; No es obligatorio que durmamos la siesta. Si no sentimos la necesidad de hacerlo, si nuestro cuerpo “no nos pide que lo hagamos” no nos obliguemos.