Durante 1941, las relaciones entre Estados Unidos y Japón eran tensas, sobre todo, después de que el entonces presidente norteamericano Franklin Delano Roosvelt (1933-1945) congelara todos los créditos japoneses en los Estados Unidos, además de bloquear el suministro de petróleo a Japón. Sin embargo, el ataque japonés fue un grave error estratégico, en primer lugar, porque abrió un nuevo frente de combate y fundamentalmente porque provocó la entrada en la guerra de un gigante como los Estados Unidos.

Japón nunca tuvo posibilidades reales de vencer a una potencia gigantesca como los Estados Unidos, que contaba con una industria armamentística muy superior en recursos humanos y materias primas.