Por Pablo Rojas 



 

¿Cuál creés que fue el invento, descubrimiento o desarrollo que nos permitió evolucionar hasta separarnos del resto de las especies?
Después, en otras columnas, nos concentraremos en si de verdad estamos separados del resto de los animales como afirma esta pregunta, pero por el momento asumiremos que sí, que existe tal diferencia. Para los que quieran responder esta duda disparadora tienen esta encuesta (l ) a su disposición.  Voten, es su deber como ciudadanos de internet (?).


Mientras, empecemos.

Atención: este texto contiene una somera aproximación a nociones científicas y posiblemente no soporte el menor sacudón metodológico. Úselo bajo su propia responsabilidad y no dude en acudir a cualquier fuente acreditada para subsanar alguna duda que se le haya despertado, ya sea por sana curiosidad o por una leve sospecha de imprecisión. 


 
En junio pasado se conoció que un grupo de monos capuchinos de cara blanca en Panamá entraron en la Edad de Piedra, es decir, manipular rocas como herramientas. Los investigadores descubrieron que estos monos han comenzado a usar piedras para romper nueces y mariscos, siendo ahora los quintos primates (cuartos después de nosotros) en valerse de ellas para facilitarse alimento.


Este hallazgo disparó una cadena de ideas en mi también primatesco cerebro: si estos animales pueden usar herramientas (y pudimos ver el momento casi exacto en el que comenzaron a hacerlo porque los tenemos filmados , ¿entonces cuál podría haber sido nuestro "invento" de inflexión, ese que nos dio una manito para hacernos más inteligentes, aptos y capaces que el resto de los animales? ¿Hubo un único "invento" o fue un hermoso encadenamiento de progreso técnico y cultural?


Esta columna se propone ir y venir por los últimos 2 millones de años para conocer algunos de estos inventos, acercarle la lupa a algún detalle y, si hay tiempo, entender cómo eran y qué hicieron, o hicimos, los humanos para alcanzar la capacidad técnica y cultural que tenemos. Y para eso está la encuesta como disparador: las respuestas formaron una terna, armazón de esta columna, cuya composición conocerán después de este punto y aparte.

La rueda, el fuego y la escritura. Estos fueron los tres inventos o desarrollos técnicos más votados entre los candidatos. Así que pasemos a verlos más en detalle.


 
La rueda que mueve al mundo ♪ 


La primera en ser alcanzada por la lupa de la curiosidad es la rueda. Dejando de lado cuestiones morfológicas como su tamaño o su evidente circularidad, incluso su definición, diremos que la rueda es uno de los inventos más importantes de la Humanidad. La evidencia arqueológica hasta la fecha sitúa su desarrollo entre el IV y el III milenio antes de Cristo; y aunque el lugar exacto está en discusión todavía, se cree que pudo haberse desarrollado entre Oriente próximo, Asia menor y el este de Europa. Incluso, hay expertos que sugieren una invención independiente y múltiple, casi hasta inevitable.


Se cree también que el primer uso que se le dio fue en la alfarería, con grandes y pesadas ruedas de piedra como soporte giratorio, y luego se la aprovechó para fabricar carros uniéndolas con un eje. Según algunos expertos el uso de la rueda como componente de estos primeros carros se debió al desgaste de los troncos que se habrían usado como rodillos en el traslado de bloques de piedra u otros objetos pesados. Prestémosle atención a la siguiente imagen:
 
 



 


Sea como fuere, la invención se propagó rápidamente y fue la base del florecimiento de varias civilizaciones, como la sumeria, egipcia, hitita o china. Entre el 3500 y el 2500 antes de Cristo, poseer carros de guerra (o carros de transporte para aprovisionar mejor al ejército) era una ventaja tecnológica sólo comparable con el hierro ante el bronce o la pólvora frente a espadas. Es mucho. O la mejora en el comercio entre ciudades o naciones lejanas, si nos paramos del lado de la economía. Además, el uso posterior en máquinas como la polea o los engranajes modernos hace que la rueda sea seria candidata a quedarse en el podio.


Pero, hay un pero: acá en América, y en otras latitudes de la Tierra, existieron (y existen) pueblos o civilizaciones que no conocieron este invento. Basta con citar a los mayas, o a los incas, para que de golpe la relevancia de la rueda como invento fundacional de la Humanidad se desplome.


Y antes de que cualquiera diga que, en definitiva, tan avanzadas no eran las culturas americanas, bastará también responder que sí, es cierto que los mayas podrían no haber conocido los conceptos de eje o radio, pero sí desarrollaron uno que griegos y romanos, y casi todo el mundo antiguo, ignoraban: el cero. Así que punto para los mayas. Y raya para la rueda, que la bajamos rodando del podio.
Es que su invención, tardía con respecto a otros inventos y ausente en algunas civilizaciones, no puede ser tomada como el descubrimiento que potenció nuestra primitiva evolución. Es cierto, hoy es casi la base de la sociedad industrial; pero que puede haber humanos sin la rueda, eso es innegable.


Así que pasemos al siguiente ítem, por favor.
 

Crepitar sagrado

Oxidación violenta de materiales combustibles que emite luz y calor, el fuego está presente en la naturaleza desde los volcanes hasta casi cualquier árbol alcanzado por un rayo. No sería de extrañar que nuestros abuelos evolutivos lo conocieran, y con él sus peligros, y le huyeran tanto como cualquier otro animal. ¿Pero en qué momento fue que los humanos pasamos de temerle a dominarlo?


Se afirma gracias a la evidencia encontrada en sitios arqueológicos de África y Asia que las primeras especies humanas que manipularon el fuego fueron homo ergaster y homo erectus, respectivamente, hace aproximadamente 1.500.000 años. Y acá, con la aparición de otras especies que no sean sapiens, como usted o yo, se abre la puerta para empezar a discutir qué es la evolución humana y cómo la pensamos hoy; y también, con el envión, deberíamos definir qué entendemos como humano. Pero por el momento dejaremos entreabierta esa puerta y diremos, con el chiflón que se mete, que tanto ergaster o erectus como las demás especies del linaje Homo son humanas; primitivas, pero humanos. La explicación vendrá cuando abramos de par en par esa puerta en otra columna.


Ahora hablábamos del fuego, y el hallazgo arqueológico más antiguo con indicios de su uso controlado data de hace 1,5 millones de años por poblaciones ergaster en África oriental (en Kenia, para dar algo de precisión). En estas excavaciones los arqueólogos hallaron restos de materia orgánica quemada y arcilla endurecida junto a objetos líticos de manufactura humana. Y algo muy importante: una especie de agujero de chimenea en el suelo. Sin embargo no nos apuremos: la presencia de restos de fuego no implica responsabilidad humana, al menos no en su encendido. Estos primeros humanos podrían haber aprovechado incendios de pastizales o árboles para, al mejor estilo Prometeo, llevarse ramas encendidas a sus campamentos. Podemos asegurar, entonces, que hace casi un millón y medio de años atrás algunas poblaciones de ergaster o erectus aprovecharon el fuego, pero no sabemos, todavía, si realmente lo habrían dominado como para encenderlo deliberadamente.


¿Entonces? Más al sur, todavía en África, otros yacimientos arqueológicos responden: junto con objetos líticos los científicos hallaron restos quemados de huesos, troncos, ramas, carbón y, lo más importante, artefactos para manipular fuego; además de herramientas calentadas. ¿La fecha? Entre 200.000 y 700.000 años atrás. También en Oriente medio, en el actual Israel (esta puerta está bien cerrada, no se preocupen), la evidencia encontrada en cuevas permite asegurar el uso regular de fuego hace aproximadamente 300.000 a 700.000 años atrás.


Ahora bien, ¿cuál es la importancia del fuego? La rueda brindó mejoras industriales, bélicas, comerciales y hasta matemáticas; ¿qué nos pudo haber dado el demonio de la llama? Pues, nada menos que poder cocer los alimentos. Y eso sí representa una enorme ventaja evolutiva: la cantidad de energía necesaria para digerir carne cocida es menor que la utilizada para un trozo crudo de similar tamaño. Esto, sumado a que ahora los humanos podían comer las partes duras de algunos vegetales, como tallos y hojas, abrió el espectro alimenticio. Se cree que antes del dominio del fuego las poblaciones humanas comían frutas, semillas, flores y ocasionalmente animales muertos (sí, éramos carroñeros, y oportunistas). Con el tiempo la mejora en la absorción de nutrientes habría posibilitado la disminución del tamaño del aparato digestivo y el aprovechamiento de las calorías por el cerebro, potenciando su desarrollo. Esto sin contar que el fuego mata los parásitos y las bacterias de la carne y, también, permite un mayor tiempo de conserva.


Pero otra mejora aportada por el fuego, quizás la que más agradezco junto con el asado, fue la posibilidad de aprovechar las horas nocturnas. Ahora nuestros abuelos evolutivos podían quedarse hasta más allá de la puesta del sol y prolongar sus actividades, explorar cuevas o internarse en los bosques sin tanto temor a las bestias. Me gusta pensar que el fuego también ayudó a mejorar (si es que no iniciar…) la incipiente cultura que aquellos humanos podrían haber tenido, reuniéndolos alrededor de las primeras fogatas y, por qué no, contando las primeras historias junto al fuego.


Parece un buen candidato. Casi que hasta me dieron ganas de prender un fueguito y mirar las estrellas… Pero no nos apuremos con el veredicto, porque, aunque rezagada, todavía nos queda la escritura.
 

Canta, oh diosa

Responsable para muchos del comienzo de la Historia (así, con mayúscula), la escritura, o sea la representación gráfica y sistematizada de ideas o sonidos en un soporte material, supone otro quiebre importantísimo en la evolución humana. Pero si la analizamos en términos cronológicos, en comparación con la rueda y el muchísimo más anterior fuego, la escritura es reciente.


Tan reciente que no quedan dudas de que sus artífices fueron humanos más cercanos a nosotros que a nuestros abuelos evolutivos. Es un invento, junto con la rueda, de humanos ya consolidados como especie; de homo sapiens sapiens sapiens recontra sapiens. Deberíamos desestimarla como el empujón evolutivo que buscamos, ¿no? 


Mejor démosle la posibilidad de defenderse. Hablemos de la escritura y cuándo nació. Entonces, vamos a Oriente próximo, otra vez, para decir que allí se originó cerca del 3500 a.C. uno de los más antiguos sistemas de escritura conocidos según la evidencia hallada: la escritura cuneiforme, obra de los sumerios.


Este sistema estaba basado, como casi todos los primeros esbozos de escritura, en trazos que se asemejaban de forma más o menos realista al objeto representado. Entonces, en lugar de letras (como las que forman estos graciosos soniditos en tu cabeza ahora mismo) los sumerios utilizaban pictogramas; dibujos, representaciones icónicas de lo que querían documentar, y les asignaron el sonido que esa idea tenía en su idioma (casi todos los lingüistas gritan desde atrás de la puerta que están de acuerdo en que el habla es anterior a la escritura).

Con el tiempo este sistema fue evolucionando y dejó de lado una de las limitaciones más grandes que tiene escribir pictográficamente: la incapacidad de representar ideas abstractas. Porque si uno es un escriba sumerio del siglo IV antes de Cristo y quiere documentar cuántos animales tiene un ganadero, con dibujar la cantidad de vacas (o un pictograma para "vaca" y otro para, supongamos, el número diez) bastaría. ¿Pero si quiero representar que de esas vacas cuatro pasan hambre, de qué me disfrazo? O mejor, y para que rime: se complica representar abstracciones complejas dibujando un simple trazo


                                                                                                             icónico 

Así que del pictograma pasamos al ideograma, que es una forma más elaborada, más simbólica y menos icónica, de escribir. Los ideogramas les permitieron a los sumerios perfeccionar su sistema de escritura a tal punto que pudieron representar conjugaciones verbales, pronombres, nociones abstractas y otras cuestiones sumeriolingüísticas que antes eran más bien limitadas.

El nombre de este sistema alude tanto a la forma de los trazos como al material con que se dibujaban: cañas con puntas en cuña.

Sin embargo, y por más que nos hayamos encariñado con los sumerios y su cuneiforme escritura, existieron otros sistemas hacia esa época: en Egipto los jeroglíficos, también representaciones que habrían comenzado como pictogramas y luego evolucionado hacia ideogramas; y en China sus peculiares garabatos logográficos, de los que hablaremos con gusto en otra ocasión. Háganme acordar.


Entonces tenemos este gran invento, que no es propio de una sola civilización (los mayas también escribían. Otro punto para ellos) y que tampoco se limita a ser pictográfico, ideográfico o logográfico ya que algunas formas de escritura utilizan el sistema alfabético, like us; pero, como dije, la escritura ya nació con los homo sapiens establecidos hacía rato como especie. Y si nos guiamos por la pregunta inicial, bueno, deberíamos descalificar el mundo de las letras.


O no: porque detrás de representar ideas u objetos sobre un soporte material, y que eventualmente esos trazos estén asociados (o no) a diferentes sonidos, se esconde una capacidad muy particular, diría casi exclusivamente nuestra (hasta donde sabemos) y que pareciera que nos acompaña desde hace muchos cientos de miles (sino millones) de años. Y esta habilidad, precursora de la escritura, y de cualquier sistema simbólico de comunicación, artístico, mítico y hasta religioso, podría ser la que nos terminó de empujar hacia lo que somos ahora; ¿de qué habilidad hablo? De la capacidad simbólica.


Porque muchísimo antes de que en la Mesopotamia, Egipto, China o la India, o más acá en América, a alguien se le ocurriese trazar dibujos para representar ideas en tablas de arcilla o caparazones de tortuga, muchos ancestros pintaban cavernas y piedras. Y aquí llegamos adonde los quería traer: al lenguaje. A la capacidad semiótica. A la posibilidad que tenemos los humanos de darnos cuenta de que nos damos cuenta y, encima, comunicarlo. En otras palabras, la autoconsciencia. 


Autoconsciencia que permite profundizar la rudimentaria comunicación (que también observamos en otras especies) y, apoyados en la anatomía, exteriorizar de forma compleja ideas y sentimientos, y enseñarles mejor a nuestros descendientes cómo manejarse en este mundo. Y hasta aquí, todo de manera oral. El salto a la escritura es, también, un salto de eficacia comunicativa (más personas pueden escucharnos, aprender o discutirnos, no importa en qué momento nos lean).


Quizás descubrir que una piedra ayuda bastante a comer más es el primer paso para que, eventualmente, se aprenda a tallar tales rocas; para que después se domine uno de los elementos más dañinos y también más provechosos como es el fuego, y modificar ancestrales comportamientos diurnos, cocer alimentos para aprovecharlos mucho mejor, alejar bestias y alimañas o fundir metales; y con todas esas ventajas, ya culturales, tomar el carbón de una fogata, apoyarlo en la pared de la cueva y representar (miren qué importante, qué trascendental acto de rebeldía creadora) al animal que acabás de comer o que pretendés cazar mañana. Pero lo más importante: que el ser de al lado te entienda; y reconozca en esa forma (eficiente síntesis de toda la información visual del animal representado) no sólo a la presa individual, sino a todas las presas posibles siendo ella misma ninguna.


Por eso no puedo quitar a la escritura, posiblemente no la causa pero sí la mejor consecuencia de un desarrollo anterior como es la capacidad de organizar signos, símbolos y darles sentido; quizás no la cosa, ni la rosa, pero crear ríos con líneas y evocar un poema en plena prosa.
 

Y para terminar…

Esta columna llega a su fin saludando a estos pequeños primates por su primer y esperemos trascendental paso: bienvenidos. Les queda (ojalá) un larguísimo pero muy entretenido, revelador y creador camino que nosotros ya recorrimos y que ustedes, simpáticos animalitos, han empezado a transitar. Quizás ese sendero sea algo común para la vida misma; algo inevitable y que tarde o temprano se alcanza, por una vía u otra. Deberemos investigar más para afirmar eso.


¿El invento más importante? El fuego, sin dudas. Habrá que esperar, quizás muchísimo, para ver si estos monos panameños alcanzan a dominarlo también y con él sus ventajas evolutivas. Ya van por las piedras, eso es bueno. El problema quizás exista en la siguiente parada: no sabemos bien, todavía, cuáles son los caminos de la autoconsciencia y la capacidad cognitiva; tema que queda pendiente y, al menos por mi parte, con muchas ganas de desarrollar.


Por lo pronto, y ya apagando la luz, les digo chau a ustedes, lectores, deseando que el sendero evolutivo de estos capuchinos no se vea entorpecido ni truncado (al menos no por nosotros), y que pronto podamos ver una auténtica industria lítica achelense entre estos pequeños; inicio del camino que, pasando por el fuego, decantó en nuestro caso en la autoconsciencia, en la capacidad de comunicarla y la de crear colectivamente más y mejor conocimiento del mundo y de nosotros.


Pero no se olviden: quedaron muchísimos temas por tratar, esperando detrás de puertas, ventanas y aflorando en los rincones. Cultura, evolución, ciencia, historia, el Universo y la vida me y nos esperan por estos pagos. Yo les chiflo: estén atentos a la luna llena y nueva.

Fuentes:

Cien preguntas básicas sobre ciencia, Isaac Asimov


De animales a dioses, Yuval Noah Harari


https://arqueologiacognitiva.blogspot.com/2018/06/la-coccion-en-el-paleolitico-adaptacion.html 


http://arqueologiacognitiva.blogspot.com/2008/11/la-conducta-en-el-tiempo-y-en-el.html


https://www.unizar.es/hant/POA/cuneiforme.html


http://www.ideafinder.com/history/inventions/wheel.htm


 https://recuerdosdepandora.com/historia/inventos/la-invencion-de-la-rueda/