"¡Mirá la seño, tiene peluca!". La exclamación, acompañada de risitas nerviosas, provino de un grupo de chicas de Quinto grado cuando vieron venir por la galería a su maestra, con una peluca de todos colores y un antifaz más llamativo todavía. En el patio de la escuela Policía de la Provincia de San Juan, en Rivadavia, la fiesta de carnaval estaba por empezar y los chicos, disfrazados y ansiosos, hacían tanto ruido como la canción de La Vaca Lechera, que sonaba en los altoparlantes.

Apuradas para tener todo listo, las seños corrían de un lado a otro terminando la decoración, alguna máscara que quedó sin pintar y ayudando a los chicos con sus disfraces. "Todo empezó con un proyecto de las maestras de Quinto y de Sexto, Claudia Tabani e Iris Valencia, que propusieron hacer alguna actividad para recuperar la costumbre de festejar el carnaval", explicó la directora, Miriam Cepeda de Alcober. La idea, por lo visto, entusiasmó tanto a las maestras como a los chicos, porque durante el festejo de ayer todos bailaron por igual, desde los más chiquitos hasta los más grandes.

"Soy una veterinaria, no una enfermera", dijo enojada una nena que llevaba una cofia blanca con una cruz roja, un maletín y dos pequeños peluches como pacientes, y a la que todos confundían con una enfermera. A su lado, tres émulos de El Zorro se batían con sus espadas de plástico, mientras un fantasma que se había olvidado de hacerle ojos a su disfraz, caminaba tanteando para no caerse. Abundaron las princesas de todos los tamaños y hasta una de las seños se animó a ponerse una coronita rosada, aunque aclaró que su disfraz era "de hada buena, no de princesa".

Mientras Shakira llenaba el aire con Waka-Waka, en el patio se armó el baile. Una de las maestras repartió maracas a los chicos y otra empezó a tirar papel picado, mientras las madres sacaban fotos y se reían. "Creo que fue una linda manera de que los chicos pudieran aprender cómo festejábamos el carnaval y qué cosas acostumbrábamos hacer. Y de paso, se divirtieron", dijo Silvia Tomasini, la vicedirectora. Después, se integró al trencito de chicos y maestras que ya circulaba zigzagueante por el patio, para terminar bailando durante las dos últimas horas de clase.