-“Hola viejita. Habla Miguel, me voy a Malvinas. Quedate tranquila, voy a estar bien”

-“Nene, cuidate por favor. Voy a rezar para que estés bien vos y tus compañeros. Te quiero, hijo”

Era la víspera del 2 de abril de 1982. Las Fuerzas Armadas empezaban a diagramar el despliegue que ejecutarían en el archipiélago. Cada batallón y destacamento recibió la orden de alistarse con el objetivo de tomar por asalto las Islas Malvinas. Con ese mismo apuro, los que pudieron levantaron un teléfono para comunicarse con sus familias y avisar que se embarcaban, sin saber que tal vez sería la última vez que entrelazarían sus voces. Era el principio de un hecho que marcaría al país y la posibilidad latente de que terminaría en un enfrentamiento bélico, como a la postre ocurrió, con la por entonces mayor potencia militar del mundo.

En San Juan, como en cada provincia, el júbilo fue desbordante. Una dictadura militar debilitada encontró en una causa común para todos los argentinos un motivo de unión que sólo aquel que miró entrelíneas el contexto sabía que era un manotazo de ahogado donde valientes sufrirían las consecuencias.

A pocas horas del desembarco en Puerto Argentino, se organizó un acto a estadio repleto en el Aldo Cantoni. Estuvieron referentes de distintos espacios políticos, organizaciones sociales y la propia Iglesia como parte del convite. Claro, hasta ahí no había comenzado la guerra, y los reparos de quienes conducían los destinos de la provincia eran en voz baja. Hubo donaciones, infinitas muestras de apoyo a los soldados de una ciudadanía que supo separar la paja del trigo y colaborar con su granito de arena a que la estadía de los soldados sea lo mejor posible.  

Acto en apoyo al desembarco en Malvinas (Foto: Archivo Diario de Cuyo, edición del 3 de abril de 1982)

Para el operativo desplegado en 1982, hubo 479 sanjuaninos que pusieron cuerpo y alma al servicio de la patria. La mayoría con formación militar, y otros tantos soldados conscriptos, muy jóvenes todos. Por primera vez en 40 años, se revela el documento oficial con el nombre y apellido, lugar de residencia y tarea asignada en el operativo militar que se montó para recuperar las Islas.

Desde cada uno de los 19 departamentos salió al menos un hombre para defender las Malvinas. Los sanjuaninos estuvieron destinados en buques de guerra y logística, como así también en batallones especiales para custodiar el frío terreno malvinense, donde la turba humedecía los borcegos de cuero.

Según el registro oficial al que accedió este diario, los sanjuaninos estuvieron apostados en el Portaaviones A.R.A "25 de Mayo", Destructor A.R.A "Hércules", Teatro de Operaciones Malvinas (T.O.M), Destructor A.R.A "Piedra Buena", Crucero A.R.A "Gral. Belgrano", A.R.A "Santísima Trinidad", Corbeta A.R.A "Guerrico", , Destructor A.R.A "Seguí", Destructor A.R.A "PY", , A.R.A "Francisco de Garruchaga", Buque tanque A.R.A. "Punta Médanos" y Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina

También cumplieron tareas en la Corbeta A.R.A "Drummond", Rompehielos A.R.A "Almirante Irizar", Agrupación Comandos Anfibios, Fuerza Aeronaval Nº3, Transporte Polar ARA Bahía Paraíso, Destructor A.R.A. "Boucchard", Batallón de Vehículos Anfibios Nº1, Corbeta A.R.A "Granville", Submarino A.R.A "Santa Fe", A.R.A "Alférez Sobral", Buque Desembarco de Tanques A.R.A "Cabo San Antonio" y Apostadero Naval Malvinas, entre otros.

A estos se le suman sanjuaninos en cada uno de los cinco batallones de Infantería de Marina.

ETERNOS HÉROES

23 hombres nacidos en estas tierras murieron defendiendo el pabellón nacional, bien al Sur, donde el viento hace crujir los huesos. Son los héroes, los que por siempre ocuparán un lugar de privilegio en la memoria colectiva de la provincia.

En el hundimiento del Crucero ARA “General Belgrano” se fue la vida de 21 sanjuaninos. Poco antes de las 16 horas del 2 de mayo, el submarino nuclear británico HMS Conqueror recibió la orden de torpedear el navío argentino que terminó dejando el saldo de 323 argentinos muertos y otros tantos malheridos. Fue el primer golpe enemigo, apenas un día después de iniciado el fuego británico.

Las otras dos bajas fueron en las Islas. La primera llegó con el bautismo de fuego, el 1 de mayo. El cabo primero Agustín Hugo Montaño, oriundo de Caucete, que cumplía tareas de apoyo técnico de un avión Pucará, fue alcanzado por una ráfaga de tres aviones Sea Harrier británicos que buscaban neutralizar las operaciones de la Base Aérea Militar Cóndor (aeródromo de Pradera del Ganso) ubicado en el istmo de Darwin. Pasaron varios días para que la triste noticia llegara por correo a su familia.

Una hermana de Montaño, en la tumba en el Cementerio de Darwin (Foto: Diario de Cuyo - 2018)

Quien también dejó su vida en las Islas fue Oscar Augusto “El Sapo” Silva, del grupo de hombres enviado por el Regimiento de Infantería Nº4 de Monte Caseros. La muerte lo encontró en Monte Tumbledown, peleando valientemente, entre la noche del 13 y madrugada del 14 de junio, horas antes de la rendición. La historia cuenta que al grito de “¡Viva la patria!” encaró por la turba con su fusil tratando de repeler el ataque inglés y proteger a sus compañeros.

Un total de 59 sanjuaninos murieron desde 1982 a la fecha, post guerra. Algunos presos de una guerra que siguió en sus mentes y los condenó, otros por los achaques que les dejó el conflicto. A ninguno le fue sencillo la vuelta y reconstruir sus vidas fue una tarea compleja.

En tanto que 397 Veteranos de Guerra de Malvinas nacidos en San Juan están vivos. La mayoría ya pisa los 60 y pico, peinan canas, rabiaron mucho para ser reconocidos. Todavía lo hacen. Así y todo, sin un fusil en sus manos, combaten a diario por mantener viva la causa, por no ser olvidados.

El VGM Adolfo Rojo, uno de los sanjuaninos que viajó a Malvinas (Foto: Diario de Cuyo - 2018)

Son voces recurrentes en estas fechas para regar con historias las aulas, tratar de inculcarle a los más chicos sobre la importancia de la causa Malvinas. Para ellos, la guerra está presente los 365 días, aunque la mayor parte de la ciudadanía repare sólo para esta fecha, hecho que invita a una profunda reflexión.