La necesidad urgente de un medicamento, la buena voluntad de una madre, la solidaridad de un grupo de jóvenes y una solución impensada fueron los cuatro eslabones de una cadena de favores que unió al partido bonaerense de Florentino Ameghino con San Juan. Es una historia de solidaridad que muestra que ni las medidas más estrictas para contener el brote de coronavirus pueden parar las ganas de ayudar.

"Sergio Molina padece una enfermedad llamada granulomatosa crónica. Es una inmunodeficiencia primaria y necesita sí o sí la medicación "anidulafungina". Tiene 10 años y es del departamento de Rawson, provincia de San Juan. Una señora de [Florentino] Ameghino llamada Maru Estanguet tiene dicha medicación para donar a Sergio. Lo que estamos necesitando es la manera de poder llevar ese medicamento, ya que lo necesita con suma urgencia ", leyó Nicolás Seré en Facebook desde la comodidad de su casa. Su reacción fue inmediata, instintiva. Era un pedido urgente que sintió que solo él podía solucionar. Y así lo hizo.

El grito desesperado de ayuda lo había hecho Valentín Galván, un joven emprendedor de tan solo 18 años y fundador del grupo "Equipo Solidario" en Ameghino para ayudar a gente que lo necesite. Valentín cuenta a LA NACIÓN que Mariela Estanguet lo contactó para tratar de hacerle llegar una medicación a Sergio, que como sus dos hijos, sufre de una enfermedad que se caracteriza por una susceptibilidad a infecciones bacterianas severas. Por la pandemia, dice Valentín, la obra social que atiende al joven sanjuanino no le cubría la medicación, que alcanza un valor superior al millón de pesos.

Había un detalle que iba a complicar aún más la logística del envío. A las limitaciónes para circulación que hay en todo el país por la cuarentena, el medicamento debía conservar la cadena de frío por 24 horas. "Vamos a hacer todo lo posible para mandarlo", le dijo Valentín a Mariela al asumir el compromiso, pero sabía que iba a ser una misión muy complicada. Lo primero fue averiguar en el correo, pero el mandado tardaba 48 horas en llegar a manos de Sergio. Opción descartada.

Entonces aparecieron Nicolás Seré y su avión. "Si se pueden conseguir los permisos, en este momento te lo llevo encantando", le dijo Nicolás, que vive en la cercana localidad de Lincoln y que hace ocho años conduce aviones experimentales. Primero se contactó con la gobernación, pero al ver que se ponían algo burocráticos le pidió ayuda a su amigo Gaby, con el que comparten la pasión por volar. "Empezamos a gestionar el permiso ante la Administracion Nacional de Aviación Civil (Anac) para hacer el vuelo y al otro día ya teníamos los permisos para hacer un vuelo humanitario", cuenta a La Nación.

Mariela Estanguet, Valentín Galván y Nicolás Seré reunidos en Lincoln antes de partir hacia San Juan Crédito: Gentileza La Nación

"Me largué a llorar de la emoción, no lo podía creer", relata Valentín sobre el momento en que supo que el vuelo saldría a la mañana siguiente del jueves 2 de abril. Habían pasado tan solo dos días de su pedido en las redes sociales hasta que los remedios volasen con destino a San Juan.

 De Lincoln a San Juan 

El avión salió el jueves a la mañana desde Lincoln y cerca del mediodía aterrizó en el aeroclub de San Juan. Y allí, por supuesto, al borde de la pista esperaban el pequeño Sergio y sus padres, Gustavo y Cristina, las 70 ampollas del medicamento que Mariela les había donado.

"Fue muy emocionante el encuentro con ellos. Estaban muy agradecidos. Tenían caras de agradecimiento y alivio", recuerda Nicolás, y se lamenta no haberlos podido abrazar por el distanciamiento social.

Tras aterrizar en San Juan, Nicolás Seré, acompañado de su amigo Gaby, le entregaron la caja con los remedios a la familia de Sergio Crédito: Gentileza La Nación

"Cuando Nicolás llegó, nos mandó una foto para avisarnos que estaban todos juntos. La emoción que sentí fue increíble. Fue el logro más importante del Equipo Solidario de toda nuestra historia", resume Valentín. Creó el grupo hace cuatro años.

"La mayoría de las veces ayudamos a la gente que conocemos, pero a veces es buenísimo ayudar a alguien que uno no conoce. En este caso, yo puse un avión porque es lo que estaba a mi alcance, pero se puede hacerlo con cualquier cosa", concluye el piloto.

Fuente: La Nación