Noviembre de 2017. Claudio está en el quincho de su casa, solo, sin distracciones. A su alrededor coloca 17 sillas viejas, de caña, y sobre cada una de ellas pone cubiertas de bicicletas. Todas están pinchadas y algunas también rajadas. En una libreta tiene anotadas las 17 fórmulas que preparó y que está por poner a prueba. Cada una tiene su variante. Entonces comienza a colocar los líquidos, analiza las reacciones y toma nota. Ninguna es perfecta, cada fórmula tiene puntos a favor y en contra. Pero no se queda con la que le pareció mejor. "No fracasas hasta que dejas de intentarlo", dijo alguna vez Albert Einstein. Sigue experimentando. Es como un juego en el que va variando las proporciones hasta llegar al modelo ideal.

Ya pasaron más de dos años y hoy cuenta los inicios como una anécdota jocosa, pero admite que le costó varios dolores de cabeza. No fue de la noche a la mañana ni tampoco por arte de magia. Fue prueba y error. Fue agregar, quitar, poner menos o más. Fue sacarle punta varias veces al lápiz. Pero todo ese esfuerzo tuvo su recompensa, porque tras ese largo camino ahora se puede decir que es un emprendedor consolidado que crece a pasos agigantados con sus líquidos antipinchaduras.

En acción. Los líquidos antipinchaduras son el resultado de varias reacciones químicas.

El protagonista de esta historia se llama Claudio Ramis, es técnico químico, tiene 52 años y vive en el Barrio Área 2 de Caucete con su esposa y sus dos hijos.

Está jubilado por problemas en la vista. A los 6 años le descubrieron que tenía ambliopía (o síndrome del "ojo vago"), mal que sólo le permite ver con el ojo derecho. Para peor, en ese ojo tiene un grado de maculopatía que hace que aparezcan manchas en el campo visual.

Sin embargo, nada le impidió que en 2018 lanzara al mercado "Sitube", su propia línea de selladores para cubiertas de bicicletas, motos, cuatriciclos, máquinas viales, tubos y pelotas, que además lo llena de orgullo porque es el único que fabrica este tipo de productos en la provincia.

Experimentos. En el quincho de su casa montó su "laboratorio". Siempre trabaja con elementos de seguridad.

Detrás de cada envase lleno hay un largo camino que casi que empezó de casualidad. "Jamás de los jamases se pensó esto como un negocio", arranca Claudio, desde el quincho de su casa. Y mientras se coloca el guardapolvo, las antiparras, el barbijo y los guantes para mostrar cómo produce, comenta las raíces del proyecto. "Tenemos un grupo con el que salimos a andar en bici, mi otra pasión, y surgió la idea de hacer líquidos pero sólo para las bicis nuestras, porque los que comprábamos eran productos carísimos y por ahí no daban buenos resultados. La idea era buscar algo más barato y de mejor calidad", cuenta.

Un mecánico albardonero también le había deslizado la idea y finalmente su esencia de químico lo llevó a probar suerte. Comenzó con los primeros experimentos en noviembre de 2017. Las pruebas se estiraron por meses. No fue nada fácil. Su hija Aldana, estudiante de Bioquímica, fue también una fuente de consulta permanente. "Iba midiendo el tiempo de coagulación, cuál se despegaba mejor, iba rechazando algunos líquidos y otros seguían en camino. Es casi incalculable todo lo que he perdido. Por ejemplo, compraba un montón de látex y no me servía o pasaba algo y tenía que tirarlo. También yo mismo pinchaba las cubiertas para probar. Pero así fui haciendo parámetros hasta que llegué", dice.

Ilusión. El químico sueña con exportar sus productos a otros países.

El ensayo de fuego fue en mayo de 2018, cuando en una especie de travesura probó el producto en las bicicletas de sus compañeros de MTB. "Yo siempre compraba un bidón y venían todos a mi casa para que les hiciera las recargas. Antes de una carrera en Nikizanga, sin que supieran les puse el preparado mío. Les regalé la carga a todos y no les dije nada. Después de la carrera me andaban preguntando dónde lo había comprado porque les había dado resultados geniales", recuerda entre risas.

Eso fue un puntapié. Se dio cuenta que podía ir por más y comenzó con el emprendimiento, ya con vistas a armar un proyecto redituable. Lo primero fue ponerle nombre a la marca. ¿Por qué "Sitube"? "La marca líder mundial se llama "NoTubes" y buscaba algo por ese lado. Muchos me dijeron que un nombre que empieza con "no" es poco conveniente según las estrategias de marketing, entonces le puse "Sitube" y me gustó", explica el técnico químico, que no llegó a ser ingeniero porque en 5º año dejó de estudiar por falta de tiempo debido a que comenzó a dar clases de química y física en una escuela secundaria.

Después de encontrar la fórmula para bicicletas, experimentó nuevos compuestos y agregó a su catálogo líquidos para motos, cuatriciclos y máquinas viales. Lo último que creó fueron los selladores para cámaras y pelotas, luego de que el director de una escuela de 25 de Mayo le contara que andaba buscando algo para parchar las pelotas de las clases de gimnasia.

Perfeccionamiento. El emprendedor fue probando con nuevos envases y etiquetas hasta conseguir lo que buscaba.

Cuando Claudio se pone a explicar los pasos para hacer los productos, transpira pasión. Actualmente a la fabricación le dedica unas 10 horas a la semana. El quincho tiene un sector que está lleno de bidones, baldes, jarras, medidores y embudos de diferentes tamaños. Ese es su laboratorio improvisado. Si bien el producto final no es tóxico, corrosivo ni dañino para el medio ambiente, en el proceso de producción tiene que ponerse los elementos de protección adecuados porque la fusión de ciertos químicos puede ser nociva para el organismo.

En el interior de la casa guarda las cajas con los envases listos, llenos y etiquetados, que luego distribuye en varias bicicleterías de San Juan. Además, se le infla el pecho cuando cuenta que ya mandó envíos a otras provincias, como Mendoza, San Luis, Santiago del Estero, Entre Ríos, La Rioja y Corrientes. Y aún más cuando reconoce que le mandan felicitaciones, además de nuevos pedidos.

Lo que hace el sellador es básicamente coagularse rápidamente cuando toma contacto con el aire, entonces tapa la pinchadura. El preparado se hace con varias sustancias, como látex, purpurina, cuarzo finamente molido, aserrín, compuestos plásticos y agua destilada. A algunas las consigue en San Juan y a otras las manda a pedir a Buenos Aires. No todas las marcas utilizan la misma fórmula. Claudio dice que su producto es bueno porque es liviano, de baja viscosidad, entonces eso hace que el líquido alcance rápidamente la pinchadura y disperse por la misma las partículas sellantes. Un aspecto no menos importante es el precio: dice que "Sitube" cuesta la mitad o menos que uno importado. Un gran punto a favor.

Muy bien diez. El mercado recibió con buenas críticas los productos de Claudio Ramis.

Claudio sabe lo que es rebuscárselas. En 2007 lo obligaron a jubilarse por sus problemas de visión y dejó de dar clases, pero desde entonces no se quedó quieto. Con su esposa se las ingeniaron haciendo conservas, artesanías y hasta llegó a trabajar en un local de equipamiento comercial. Dice que a "Sitube" no lo toma como un trabajo: "Esto en su momento comenzó como un experimento, se transformó en un hobby y a partir de hace muy poco ya es un negocio, hace cuatro o cinco meses que comenzó a ser rentable".

¿Planes a futuro? Por el momento lo que busca es posicionar el producto en el mercado, que se establezca la marca y mantener un nivel de calidad estable. No ve con malos ojos la idea de que en algunos años más alguno de sus hijos tome las riendas del emprendimiento.

"Soy muy perseverante, demasiado. Eso no sé si es bueno o malo", se pregunta sobre el final de la nota. Persevera y triunfarás, dice el refrán.