Que el género femenino siga siendo blanco constante de ataques violentos, muchos de ellos legitimados socialmente, no es el único motivo de la gran movilización que se hará hoy en casi medio centenar de países. Pero sí es una de las causas más fáciles de visualizar. Al mismo tiempo que se extiende por las

redes el llamado a la marcha en la Plaza 25 de Mayo, ingresan nuevas denuncias de mujeres víctimas de violencia de género. Sólo en lo que va de este año, la Dirección de la Mujer de la provincia ya recibió 450 denuncias. La curva tiende a seguir ascendiendo: entre 2015 y 2016 treparon de 4.400 a 5.600 los casos registrados oficialmente. Es decir, hubo un lamentable crecimiento interanual del 27%. 


Detrás de cada una de esas denuncias hay un rostro, una vida, una familia astillada, una historia de dolor y un calvario recorriendo pasillos judiciales,

reviviendo traumas y golpeando puertas. Sin siquiera remitir a los casos extremos, como el de la penitenciaria Ramona Mallea, que se quería separar de su marido golpeador y éste la asesinó de 13

puñaladas; o el de la adolescente Talía Recabarren, asfixiada y asesinada por su violento exnovio, un caso que provocó el recambio de buena parte de la cúpula policial sanjuanina; o la joven mamá Karen Vega, quemada con agua hirviendo por su pareja cuando quería separarse, ni el resonante caso de Alejandra Muñoz, a quien su ex la reventó contra una pilastra y debió estar más de dos meses internada. 

Aun sin tanta estridencia, las historias más cotidianas, más sostenidas y por eso mismo más graves de violencia de género se van reproduciendo y extendiendo. Y ante esas fragmentaciones, esas rupturas personales y esos abismos que se abren entre cada víctima y su recuperación, aparecen las heroínas anónimas, también mujeres comunes y trabajadoras, pero con el

condimento especial de dedicar buena parte de su tiempo, su formación y su pasión a ayudar a las víctimas. 

Verónica Álamo fue maltratada por décadas y hoy enseña a combatir esas situaciones. María Eugenia Ochoa ayuda en una comisaría a las que se animan a dar el primer paso y denunciar a su victimario. Mariana Benegas brinda contención espiritual y acompaña a las víctimas a ponerse de pie con una nueva actitud. Jimena Corona desentraña los vericuetos legales codo a codo con las mujeres violentadas. Marcela Belli contiene desde la psicología a las atacadas y muchas veces termina exponiéndose físicamente en favor de sus asistidas. Son sólo cinco ejemplos, pero simbolizan la fuerza invaluable que implica, para las mujeres que sufren violencia de género, recibir una mano solidaria en el momento más crítico. 


La tarea que estas cinco mujeres realizan en San Juan es lo que busca enraizar como mensaje esta

edición especial de DIARIO DE CUYO: la acción contra la desesperación. La iniciativa de pensarse en el lugar del otro y actuar en consecuencia, como forma de combatir un flagelo demasiado adherido todavía a la indiferencia colectiva. 

Las acciones individuales cuentan. Aportan, hasta pueden cambiar la historia. Los sistemas evolucionan a partir de esas intervenciones que comienzan como odiseas aisladas y luego se "viralizan" como nuevas formas de asumir una responsabilidad social. Que entre 2013 y 2016 haya habido casi 16.500 denuncias de violencia de género en San Juan implica no sólo el alerta roja del número, sino también que cada vez más víctimas

se animan a pedir ayuda. Esa es la primera ficha que se mueve. La segunda ficha, que es responder de inmediato a ese pedido, depende de cuan aceitadas estén las instituciones y además de cuan honesto sea el compromiso de cada uno de nosotros. 

 

Una efemérides de lucha 

 
El Día de la Mujer, que hoy incluye celebraciones y saludos especiales, en realidad nació como una forma de fijar en el calendario la necesidad de luchar por los derechos negados a las mujeres. La versión más extendida cuenta que se eligió esta fecha por lo sucedido el 8 de marzo de 1908 en una fábrica textil de Nueva York, estados Unidos. Según cuentan las crónicas periodísticas, una protesta de las obreras de esa fábrica en demanda de mejores condiciones de trabajo fue aplacada de una forma increíblemente violenta: el dueño ordenó prenderle fuego al galpón, con todas las trabajadoras adentro. Como consecuencia, murieron casi 130 obreras durante ese acto criminal. A partir de ahí difieren las versiones acerca de cuál 8 de marzo específico fue tomando para instituir esta efemérides. Un antecedente es en 1914, durante un acuerdo entre las mujeres socialistas de Alemania, Suecia y Rusia. La misma fecha fue elegida en 1917 por un grupo de trabajadoras rusas que marchó contra el régimen zarista, poco antes de la Revolución Bolchevique. Pero fue recién en diciembre de 1977 cuando la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. El espíritu se mantiene intacto. El lema de Naciones Unidas para la jornada de hoy es "Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030". Es decir, el objetivo es lograr una igualdad real de posibilidades, derechos y accesos entre ambos géneros. Por eso no sólo se apunta a combatir la violencia física o psicológica, sino también a erradicar la violencia cultural que implican las brechas laborales y económicas entre hombres y mujeres.