Evelio y uno de sus tres hijos, Guillermo

“Fue un arrebato, mi papá tenía mucha vida, muchos años por delante”. Guillermo es hijo de Evelio Valdeón, el sanjuanino de 73 años que el pasado 5 de abril murió por coronavirus en un hospital de Nueva Jersey, uno de los condados estadounidenses más golpeados por la pandemia. Se trata de la primera persona nacida en la provincia que se llevó el virus que aterra al mundo.
 

Evelio tenía una ligazón con San Juan poco común para un hombre que hizo de Estados Unidos su lugar de residencia desde 1975, con algunos intervalos. Una vida allá, otra vida acá. Pero la provincia le tiraba. Sus afectos, sus amigos del Colegio Don Bosco, el asado, el vino en la comida, las carreras en El Zonda, el TC en El Villicum, su fanatismo por San Lorenzo, sus recuerdos como arquero de Juventud Unida de Pocito y la Selección de ese departamento.

Evelio y su mujer María Esther, su compañera de toda la vida.

Es que los Valdeón y Pocito son casi lo mismo. Evelio nació en ese distrito, su mujer María Esther Ochoa (75) es oriunda de Villa Aberastain. Sus tres hijos, Guillermo, Griselda y Sergio mantienen cordón umbilical firme también con Pocito. El papá de Evelio nació en España a principios del 1900, viajó a Cuba y EEUU, volvió a la madre patria, peleó la guerra de Marruecos y, luego de ese periplo, recaló en Argentina y la vida lo trajo a San Juan, al Pocito que fue, es y será el lugar en el mundo para los Valdeón, aunque vivan en EEUU.

La muerte lo encontró a Evelio cuando rebozaba de vida. Era jubilado pero igual trabajaba como chofer de colectivos en Nueva Jersey. Vivía con su mujer en Unión City, un condado donde el virus arrasó con todos y hoy tiene más contagios que toda la Argentina.

Fanático de la Selección Argentina, Evelio vio más de una vez a la Albiceleste

Guillermo, su hijo mayor, fue el vocero de esta historia de vida marcada por el afecto a un terruño. Porque Evelio siempre fue a EEUU pero siempre volvió. La primera vez que dejó Pocito para ir a Nueva York –invitado por unos sobrinos- fue en 1975, luego fue y volvió, hasta que en 1981 se radicó en Nueva Jersey con su mujer y sus tres hijos. Diez años después deciden volver, siempre a Pocito, como no podía ser de otra manera. Pero la vida y las circunstancias lo llevaron otra vez, en 1995, a Nueva Jersey. Ya para radicarse para siempre, pero no dejó de hacer sus viajes a San Juan.

Sus estadías en la provincia mucho tenían que ver con el automovilismo, del cual era fanático. La fecha que elegía debía estar a tono con alguna carrera del TC 2000 en El Zonda o cuando en el Autódromo El Villicum el Turismo Carretera corrió por primera vez, o el día que llegó de EEUU y a las horas se fue a Mendoza a ver una carrera de TC. “Amaba y sabía mucho de automovilismo”, recuerda Guillermo. 

En una de sus vueltas a San Juan, la Difunta Correa era una parada obligada

Además de los autos, le gustaba el fútbol. Esa pasión venía desde chico. Su puesto fue arquero y ese rol lo ocupó en ‘La Juve’ pocitana. Era un pibe, tenía 21 años. Para Pocito jugó los interdepartamentales y se lució varias veces. Como buen argentino que está lejos se aferraba a la Selección y, por supuesto, a Messi. También seguía de cerca a San Lorenzo y cada vez que le preguntaban podía repetir de corrido los nombres que le dieron forma a equipos gloriosos del Ciclón.

Sus últimos días
A Evelio la enfermedad le llegó y creen que era inevitable. En la ciudad donde vivía el virus corrió como reguero de pólvora. El 21 de marzo sintió los primeros síntomas, pero no pensó inicialmente que sea coronavirus. El paso de los días complicó su salud, cumplió el 29 de marzo sus 73 años encerrado en su casa y enfermo. Recién el 31 el médico le indicó que se interne. Por los protocolos y su enorme conciencia, no quiso que nadie lo acompañe al hospital. “Quería cuidarnos”, dice Guillermo. Fue la última vez que lo vieron.

La familia, sus amigos y los compañeros de colegio del Don Bosco, sus prioridades en la vida.

De ahí en más debían esperar el contacto telefónico desde el hospital. Los días pasaban, los había con mejores novedades y otros más lapidarios. Pero su cuadro se complicó y la noche del domingo 5 de abril, luego de unos llamados previos, le comunicaron de su muerte. Llegaba otra etapa, que en estos momentos de la pandemia es dura: la despedida. Lograron que les entreguen el cuerpo, no hubo velorio y la despedida en el cementerio –fue el pasado jueves en la tarde- se dio sólo con los íntimos.