No hay archivos con su nombre ni notas que hayan contado las anécdotas de valentía que tuvo en la Guerra de Malvinas, ya que nunca utilizó sus logros para vanagloriarse sino que su calidez humana y perfil bajo fue lo que distinguía como persona y militar. Así es como se despidió de este mundo, el sábado 6 de octubre, el vicecomodoro Manuel Augusto Mariel, el sanjuanino que desde joven quería integrar las Fuerzas Aéreas y que hasta llegó a ser el hombre de confianza del presidente Raúl Alfonsín.

Mariel nació el 17 de octubre de 1943, era el único hijo varón de Manuel Mariel y Amelia Rodríguez y tenía dos hermanas; Amelia y Laura. En su infancia vivió en las inmediaciones de calle Entre Ríos entre General Paz y Córdoba. Fue a la Escuela Normal Sarmiento durante la primaria pero cuando ingresó al secundario se anotó en el Liceo General Espejo, en Mendoza, para ir formándose como militar. Su objetivo era ser parte de las Fuerzas Aéreas. Lo logró, con creces.

Posteriormente, estuvo en la Aeronáutica de Córdoba y cumplió funciones en la V Brigada de Villa Reynolds, San Luis. Se casó, tuvo tres hijos y se radicó en Buenos Aires pero siempre extrañó a la tierra sanjuanina que lo vio nacer.

Manuel junto a su esposa.
 

El brigadier, conocido en el ambiente como “Cóndor”, fue jefe de la escuadrilla “NENE” y en 1982, sin tener la obligación de ser parte de la Guerra de Malvinas, se unió al Segundo Escuadrón para realizar misiones de combate.

Sus familiares, amigos y todo aquel que lo conocía, lo describen como una persona honesta, recta y, por sobre todo, muy solidario. Raúl Plana y Juan Mariel Erostarbe lograron reconstruir parte de su gran historia para rendirle un humilde homenaje.

En el seno familiar, sabían la valentía y la voluntad por defender la Patria que envolvía al “Cóndor” y cuando se enteraron que decidió participar de la Guerra tuvo en vilo a todos. “Rogábamos para que protegiera a los jóvenes que estaban allí y que Dios cuidara de él”, destacó su primo. Según ellos, no hablaba mucho de lo que tuvo que padecer en las Islas pero ese “silencio” acompañado por los gestos de su rostro, “lo decían todo”.

El vicecomodoro Mariel fue uno de los pilotos de más alto rango en volar en los escuadrones de caza y participó durante los dos meses y 12 días que duró la Guerra (comenzó el 2 de abril de 1982 y culminó el 14 de junio del mismo año). Uno de los recuerdos que tienen sus primos es que mientras volaba en su A-4B Skyhawk de la Fuerza Aérea Argentina, él se arriesgaba con maniobras peligrosas para que el ‘enemigo’ no lo pudiera detectar. “Surfeaba en el agua, como por decirlo de alguna manera, con su avión para que los radares británicos no lo identificaran. Volvía a la base solo a recargar combustible y luego regresaba a la línea de combate. Él era un ferviente defensor de Malvinas”, destacó su familia.

Pero hay otra parte de la historia de Mariel, rica y desconocida. Uno de sus primos contó que en 1984 el vicecomodoro fue edecán de Raúl Alfonsín (secretario o asistente militar de una persona de alto rango, en este caso el presidente) y que hasta pernoctaba en Casa Rosada. “Le llevé una carta de su madre cuando viajé a Buenos Aires y durante la charla que compartí, entró Alfonsín. Él le comentó que en San Juan estábamos organizando un Congreso de Literatura y el propio presidente se comprometió a venir”, destacó Mariel Erostarbe.

Avión que piloteó en Malvinas.
 

Esa fue la antesala de la primera visita de Raúl Alfonsín a San Juan y la presencia de Jorge Luis Borges en el Congreso. “Alfonsín no hubiese venido si Manuel no se lo hubiese pedido. Era como su mano derecha”, sentenció.

En las redes, al conocer la partida del brigadier Mariel muchos reconocieron la poca información que circulaba de él. Tal es así que el reconocido periodista y corresponsal de Guerra, Nicolás Kasanzew, escribió “De perfil bajo, humilde, no vamos a encontrar su biografía en Wikipedia, y ni siquiera alguna nota más o menos comprehensiva en Internet. Nuestra falla. Imperdonable falla. No lo hicimos en vida y ahora es tarde”. Además, su círculo familiar resaltó que “nunca hizo ‘ruido’ por haber cumplido su trabajo, no pidió ningún mérito especial ni reconocimiento alguno, por el deber que le cabe a todo soldado de la Patria”.

Manuel Augusto Mariel recibió la medalla al "Valor en Combate", la segunda más alta condecoración militar propuesta por la República Argentina. La misma expresa: "Reconócese la actuación en la Guerra del Atlántico Sur por sus relevantes méritos, valor y heroísmo en defensa de la Patria".

Antes de despedirse dejó una sabia frase con la que todos en su entorno lo recuerdan: “Creo que todos tenemos una misión en la vida, por supuesto, que nadie va derrochando felicidad al combate, pero creo que uno prefiere morir por un ideal, antes que volver al aterrizaje sin tener que tener una verdadera causa que lo justifique”.