Participación. Entre las décadas del ‘70 y el ‘90 fue tradicional la realización de fogatas para conmemorar a San Juan Bautista. Se encendía una en cada barrio o ante la presencia de todos los vecinos.

Cada vez son menos. El avance de la urbanización que provocó la desaparición de terrenos baldíos o sin cultivar, el acelerado ritmo de vida y el cuidado del medio ambiente influyeron para que de a poco fueran desapareciendo. Se trata de las tradicionales fogatas en honor a San Juan Bautista que hasta hace unos 20 años eran uno de los eventos tradicionales más esperados por las familias sanjuaninas, y que constituían todo un trabajo de logística entre los vecinos del barrio. Hoy se conmemora el día del patrono de la provincia y algunos vecinos recordaron cómo se orquestaba el armado de la hoguera en torno a la cual se bailaba, compartía platos típicos y se gritaba: ¡viva San Juan Bautista!


En algunos barrios, el armado de la hoguera comenzaba una semana antes del 24 de junio y culminaba con una cena vecinal alrededor del fuego. En otros sectores su realización era motivo de competencia entre los barrios para ver cuál realizaba la más alta o la que ardía por más tiempo, mientras que en otros, hasta había ’espionaje’ para robarle al barrio vecino, las ramas que juntaba para su armado.
Hoy, el cielo en algunos lugares volverá a iluminarse con las llamas para honrar al patrono de la provincia.
 

Celebración de hoy

El municipio de Capital, conjuntamente con la Catedral, realizará hoy la tradicional fogata en homenaje a San Juan Bautista, patrono de la provincia.


A partir de las 18 se oficiará una misa en su honor en la iglesia Catedral, a cargo del cura párroco, Pablo Figueroa, en donde asistirán las autoridades municipales. Tras la celebración religiosa arrancará la procesión de antorchas, que partirá desde el atrio del templo para llegar al predio que se encuentra en la intersección del Conector Sur y General Paz. La peregrinación, que estará presidida por el obispo emérito, Alfonso Delgado, circulará por Avenida Ignacio de la Roza hasta Avenida España, para luego llegar a General Paz y continuar hacia el Oeste hasta el Conector Sur.


Ni bien lleguen los feligreses al predio se procederá a encender la fogata que, como en ediciones anteriores, incluirá el reparto de chocolate caliente a todos los presentes y la realización de espectáculos artísticos.
El chocolate estará a cargo de los soldados del DIM 22 y los espectáculos a cargo de los talleres municipales de arte, con un gran show folclórico.
 

Algunos testimonios

Misión: encontrar el palo

Las primeras fogatas en el barrio San Antonio (Capital), a principios de los ‘80, eran medianamente fáciles: con tanto baldío arbolado alrededor, de inmediato los vecinos conseguían un álamo para talar y convertirlo en ‘el palo‘, la columna vertebral de la pira. Pero la zona se pobló y en lugar de árboles empezaron a proliferar las casas. ‘Armábamos brigadas especiales entre los niños del barrio y salíamos de noche a buscar algún árbol. Y si no había, nos especializábamos en robárselo a los chicos del barrio de al lado‘, cuenta Alejandro Castillo, de 40 años. ‘El problema -agrega- es que con tanta brigada descuidábamos la retaguardia, ¡y a veces nos robaban el palo a nosotros!‘. La fogata del San Antonio tenía toda una logística. ‘Nos dividíamos tareas -recuerda el hoy exvecino-. Unos salían a buscar cañas y yuyos secos, otros iban a comprar maní para repartir esa noche, y los más valientes nos enrolábamos en la brigada‘. Como en muchas viviendas tenían pequeños parrales, tras cada poda los sarmientos quedaban secándose en los techos, y para el 24 de junio todos aprovechaban y limpiaban sus techos para aportar al fuego del Bautista. ‘Esa noche era una fiesta: la fogata duraba un montón, bailábamos alrededor gritando Viva San Juan y tirando sal gruesa, y terminábamos haciendo fila para que nos llenaran un vasito con maní‘, remata el hombre.

Choriceada alrededor del fuego

La semana anterior al 24 de junio, comenzaba el trabajo mancomunado en Villa Nacusi, Pocito, para preparar la fogata, en los años ’80. Todo bajo la batuta de Don Ramón Juárez que era el encargado de la logística y de distribuir las tareas. Él se encargaba de limpiar el terreno baldío de la esquina más próxima a su casa y de enterrar en el medio del mismo un palo de gran altura que sería el sostén de la hoguera. Mientras, sus sobrinos y demás niños acarreaban ramas de tusca de la ripiera que estaba al final de la villa, espino que no era elegido al azar. ‘Las ramas de tusca no sólo ardían rápido, sino que además dejaban una brasa duradera que era usada para el festín de la noche. Como en esa época la mayoría de los vecinos carneaba, se aprovechaba estas brasas para asar chorizos y morcillas caseros para comer alrededor de la fogata‘, recuerda Lucía González, una vecina de 90 años, que aún vive en la villa mencionada. El licor tampoco faltaba en los festejos en honor al patrono de la provincia. Según la vecina, la gente traía las petacas de coñac que no dejaban de circular durante toda la noche alrededor del fuego. Claro que los niños no participaban de estas ’rondas’ a ellos se les daba sal gruesa para que arrojaran a las llamas y se divirtieran con el sonido que causaba su explosión.

Una competencia entre barrios

En los días previos al 24 de junio el barrio Belgrano, en Rawson, se convertía en una especie de gomería. Los chicos comenzaban a apilar en el “campito”, un baldío del vecindario, cubiertas en desuso que recolectaban por todos lados para echarlos en medio de la fogata en honor a San Juan Bautista y con un único objetivo: que la hoguera ardiera por más tiempo que la del barrio de al lado. “En los años ’70 se armaban competencias con las fogatas entre los distintos vecindarios. Nosotros usábamos los neumáticos porque ardían por más tiempo. Con esta estrategia ganábamos siempre, pero terminábamos con un olor insoportable en la ropa. Los niños éramos los encargados de juntar también las ramas para armar la hoguera, siempre con la guía de nuestros padres que se encargaban de tomar los recaudos necesarios para que el fuego no se saliera de control y generara algún accidente”, recuerda Daniel Albarracín, de 57 años y vecino del Belgrano.


Las mujeres del vecindario también tenían una tarea asignada. Eran las encargadas de preparar las sopaipillas y el mate cocido que se serviría la noche del 24 de junio. Además asumían la tarea de cuidar que los niños más pequeños no se acercaran demasiado al fuego para arrojar, en un descuido, un puñado de sal gruesa a la hoguera.